Ya no es mi mundo

Por Rafael Loret de Mola | “En 2015 el descastado Egidio Torre Cantú, quien ya se fue del cargo de gobernador sin siquiera haber hecho algún esfuerzo para esclarecer el asesinato de su hermano Rodolfo en las vísperas de las elecciones, se embolsó cientos de miles de pesos por estas fechas; y luego se dio a la fatigosa tarea de convertir a Tamaulipas en el primer narco-estado de la República. En la actualidad ya existen, cuando menos, otros cinco más.”
Por Rafael Loret de Mola | Nos espera un largo invierno. Frío, muy frío, en el norte del país allá donde la impunidad ha echado raíces u no parece dispuesta a ceder un ánimo. Observen a los gobernadores de las entidades fronterizas; basta con eso para llenarnos de horror: los caciques Moreira, Kiko Vega, entenado de Jorge Hank, Claudia Pavlovich Arellana, discípula de Beltrones, el repudiado ex de Chihuahua, César Duarte Jiménez, malabarista de conexiones non santas, y, finalmente Jaime Hernández Calderón, “El Bronco”, a quien nadie quiere darle tiempo porque no ha cumplido sus promesas ya rebasadas, entre ellas las de formar auditorías y juicios a su antecesor Rodrigo Medina de la Cruz. De todos colores, menos amarillo, en una gama espectacular de corrupción, miseria humana y fantoches.

Sólo en el sur podrá sentirse un poco más de calor, gracias a que los grandes “capos”, los de a “deveras”, han fincado por allí para proteger a sus familias que han invadido ciudades como Mérida, Cancún e incluso Villahermosa y Campeche. Por eso mantienen tranquilas, en cierto grado, las urbes en donde se han acomodado con el beneplácito de los gobernadores, bien maiceados, para derramar parte del dinero sucio obtenido mientras, claro, se persigue a los periodistas, desde Veracruz hasta Quintana Roo, conjuntando a mercenarios de la pluma como principales infanterías para defender latrocinios, componendas, persecuciones a los disconformes y, sobre todo, asesinatos que jamás se esclarecen aunque se prometa, como siempre, llegar al fondo de las pesquisas. Jamás ocurre así porque, sencillamente, los mismos investigadores se ahorcarían a sí mismos. Vaya cochinero.

Me dicen algunos amables lectores que en estos tiempos es mejor cantarle a la felicidad con los villancicos de temporada en voces tan claras como las de Plácido Domingo e incluso Pavarotti quien es más escuchado ahora que antes de su muerte. Y así los hogares se llenan del ámbito obligado, tantas veces, por el consumismo más feroz de cada año con el pretexto de asegurar reuniones familiares en las que las ausencias calan y las presencias sólo dejan de ser egoístas durante el inefable intercambio de regalos envueltos en papel que delata los sitios de compras; este año, aunque se trate de calcetines, el más valorado es el del “palacio de los palacios” del impresentable Alberto Baillères González.

Nos toman estas fiestas un tanto desprevenidos. Fíjense: Se anunció que el salario mínimo podría aumentar a cien pesos, superiores en más de cuarenta pesos a los registrados hace apenas dos años, en 2014, con la habitual generosidad de los sabios economistas alejados de los abismos sociales. Sólo que la mentira surge, de inmediato, al constatarse lo sustancial: la pérdida del poder adquisitivo.

Si la comparación la hacemos respecto a la divisa norteamericana podremos entender el drama. Al comienzo del régimen de la barbarie y la hipocresía, el salario mínimo se cotizaba en cinco dólares y ahora, en caso de darse el aumento salarial, permanecería igual sin considerar los vaivenes de la divisa estadounidense, con una capacidad de comprar inferior al veinte por ciento. Esto es lo que vamos perdiendo y, por ello, naturalmente, nuestros ingresos –aunque mayores en pesos en apariencia-, no alcanzan para adquirir los bienes necesarios para las festividades navideñas con todo y el acotado aguinaldo. Bueno, salvo los gobernadores y los pillastres del gobierno federal.

Es interesante resaltar que dos mandatarios estatales, Graco Ramírez, de Morelos, y Kiko Vega de la Madrid, de Baja California, pusieron el debate sobre la mesa al negarse al recibir la prestación de fin de año por considerarla infundada y excesiva. Fuera de la opinión que tengamos de ellos como políticos –Graco, por ejemplo, está amartillado en su entidad con rechazo pleno, y Vega es títere de Jorge Hank Rhon-, tal postura les otorga parte de la senda perdida por la violencia y las complicidades con los capos más célebres, pintados con los ocho colores de la Procuraduría General en treinta de las treinta y una entidades más el Distrito Federal.

Otro más, el de Chiapas, Manuel Velasco Coello, decidió reducirse el sueldo acaso presionado por las protestas callejeras. Ahora gana poco más de 80 mil pesos, el sueldo menos elevado entre sus pares, lo que es bastante lógico considerando las dificultades económicas de su entidad además de los enormes saqueos protagonizados por sus predecesores, sobre todo el impune Pablo Salazar Mendiguchía, sumado a MORENA como parte de la colecta de basura de este partido que con ello resta fuerza al liderazgo de Andrés Manuel.

Es curioso subrayar que los dos mandatarios con mayor avidez de fortuna y, por ende, con aguinaldos escandalosos, no pertenecen al PRI si bien los tres que le siguen sí son militantes del partido del presidente con todo y su cargamento de pecados mortales. Ni salvación se avizora para el mismo y sus partidarios salvo que los mexicanos seamos masoquistas o desequilibrados mentales.

Pues bien, el perredista Arturo Núñez Jiménez, ex priísta y arropado por el perredismo cuando convino, ex subsecretario de Gobernación durante el régimen del gran simulador, Ernesto Zedillo y hasta ideólogo de su antiguo partido y del actual, se embolsa en esta época 486 mil 954 pesos si bien solicitó un adelanto –es en serio- para aprovechar las ofertas del “buen fin”, algo así como el cuarenta por ciento de los estipulado. Un verdadero intelectual de una izquierda sin sustentos ni futuro.

Y el segundo es panista de cepa, Miguel Márquez Márquez –recuerdo el nombre porque hubo un torero llamado así, español de gran valor por cierto lo que le falta al mandatario citado-, quien obtuvo 310 mil 959 pesos; toda una ganga para Guanajuato, la cuna de la Independencia en donde, además, ha crecido la represión en niveles altísimos bajo una prepotencia falaz de los funcionarios públicos. Márquez sólo ha reemplazado a la vieja estructura dominante para convertirse en uno de los más poderosos caciques de la región, en donde el secuestro y el escarnio son factores frecuentes de la vida social.

Tendremos que nombrar a los priístas que le siguen: El jalisciense Aristóteles Sandoval Díaz, a quien sólo le falta que se le aparezca Platón para emanciparse de su papá Leonel –no Noel-, quien dejó por unos meses su sitio en el Tribunal Superior de Justicia para consolidar los negocios familiares y ya retornó a seguir obteniendo sus jugosos estipendios.

En 2015 el descastado Egidio Torre Cantú, quien ya se fue del cargo de gobernador sin siquiera haber hecho algún esfuerzo para esclarecer el asesinato de su hermano Rodolfo en las vísperas de las elecciones, se embolsó cientos de miles de pesos por estas fechas; y luego se dio a la fatigosa tarea de convertir a Tamaulipas en el primer narco-estado de la República. En la actualidad ya existen, cuando menos, otros cinco más.

Y el quinto de la lista es, no podía faltar, el célebre alcohólico de Aguascalientes ya en retiro –no puedo olvidarme del olor a colonia rancia, típica para disuadir los humos del whisky, cuando fui invitado a ser pregonero de la Feria de San Marcos-, Carlos Lozano de la Torre, quien lo único que cambió fue su rostro, año con año, con la boca chueca y los ojos perdidos bajo lentes negros, pero se ha llevado cuanto ha querido de las manos de los aguascalentenses tan queridos. Ahora le llega el turno del juicio histórico a menos que se amedrente el nuevo mandatario, Martín Orozco Sandoval, quien también fue perseguido por su antecesor vilmente.

La lista de los top es suficiente para entender el porqué de la diferencia brutal que se percibe en estos días entre una sociedad afrentada y un gobierno negligente y despreciativo. Nos ven por encima del hombro quienes se sienten superiores por sus perentorios encargos creyendo, falsamente, que son eternos. Ya sé que a peña sólo podremos hacerle entender la necesidad de su salida si la ciudadanía reacciona y lo obliga a dejar la casona de Los Pinos, a gritos, cacerolazos o como sea, sin recurrir al uso de armas como algunos sugieren. No, por favor.
Y dicho esto pensemos ya en las vacaciones cercanas.