¿Puede Trump solito tronar el TLCAN?

Por  Sergio Aguirre Sánchez – Para terminar el TLC, Trump necesita la aprobación de las dos cámaras de poder legislativo de Estados Unidos. Y eso no será cosa fácil.

Ya había dicho antes por estos lares sobre la posibilidad efectiva de reventar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por parte de Trump. Y así es, nada más cumpliendo ciertas condiciones a mi parecer muy difíciles de lograr.

El artículo 2205 de dicho ordenamiento señala: «Una Parte podrá denunciar este Tratado seis meses después de notificar a las Partes su intención de hacerlo. Cuando una Parte lo haya denunciado, el Tratado permanecerá en vigor para las otras partes». En consecuencia, si EU quiere retirarse, primero avisará a los demás por lo menos seis meses antes de hacerlo y luego denunciarlo. Pero el problema estriba en si Trump está facultado, tanto para dar el aviso como para presentar la denuncia.

En México está claro. Los artículos 76, fracción I y 89, fracción X de nuestra Constitución, obligan tanto para la aprobación de tratados como para su denuncia, primero la suscripción o firma por parte del presidente y la posterior aprobación del Senado. Así Peña podría presentar el aviso y suscribir la denuncia seis meses después, para luego presentarla ante el Senado para su aprobación o rechazo. En materia internacional además contamos, siguiendo la Ley sobre celebración de Tratados, con los acuerdos interinstitucionales.

En EU el TLCAN, a diferencia de México -aunque parezca una contradicción-, no es un tratado.

Estos últimos obtienen vigencia tan solo con la suscripción y están facultados todos los órdenes y dependencias del país. Hasta una dependencia de un municipio lo puede hacer siempre y cuando el asunto no sea de competencia del poder legislativo federal, no se involucre a la Nación como un todo, no se afecte el territorio nacional, no se afecte la esfera jurídica de los individuos, no se amplíe o modifique la legislación existente, no se contraigan obligaciones financieras en las que se compromete el crédito de la nación y la materia a convenir no pueda ser impugnada o hecha valer ante el Poder Judicial.

Por México, el TLCAN fue suscrito por el presidente, posteriormente fue aprobado por el Senado y luego se publicó en el Diario Oficial de la Federación. El caso en Estados Unidos es diferente. Allá el TLCAN a diferencia de México -aunque parezca una contradicción- no es un tratado.

En materia internacional, ellos también pueden elegir suscribir entre dos tipos de instrumentos (Artículo II, Sección 2. de la Constitución estadounidense más precedentes de su Suprema Corte). Son los tratados y los acuerdos ejecutivos (además de ser ejecutivos también pueden ser legislativos y/o no autoejecutables). Si fuera un tratado, sería igual que aquí. Firma el presidente, aprueba el Senado. Y la denuncia igual que en México. Si fueran acuerdos ejecutivos bastaría con la firma del presidente. Pero, cuando el convenio es competencia del Congreso, también se requiere de la aprobación de ambas cámaras. Cuando se requiere facultar a cualquier autoridad mediante ley, están los acuerdos ejecutivos no autoejecutables.

Al ser el TLCAN ley allá, Trump no puede ni dar el aviso de los seis meses ni mucho menos denunciar el tratado sin previa autorización del congreso.

Como algunos no tan jóvenes recordarán, el TLCAN fue aprobado como acuerdo ejecutivo legislativo y con legislación para su validez, en sesión conjunta de sus dos cámaras mediante el famoso fast trackY aquí está el meollo del asunto. Al ser el TLCAN ley allá, Trump no puede ni dar el aviso de los seis meses ni mucho menos denunciar el tratado sin previa autorización del congreso. El razonamiento es muy simple: el presidente no puede invadir las facultades del congreso. El presidente no puede legislar ni modificar la ley por sí mismo.

Trump no la tiene fácil. La tiene complicadísima.

Es completamente cierta la circunstancia de mayoría republicana en las dos cámaras norteamericanas. Ello daría a pensar la facilidad para obtener el visto bueno del congreso. Pero dudo seriamente sea tan sencillo. No por ser republicanos acatarían la solicitud de Trump como una orden. Así no funciona el congreso estadounidense. Si aquí nos quejamos del lobby en nuestras cámaras, allá está mucho más arraigado y es muy poderoso. Y si recordamos al 80% de las empresas norteamericanas listadas por Forbes con intereses en México, imagine el lector la fuerza con que dicho lobby actuaría para evitar la salida de Estados Unidos del TLCAN, amén de los republicanos no favorables a esa causa. Trump no la tiene fácil. La tiene complicadísima.