“No todo el millón de muertos de la Revolución pereció en batalla”: Javier Garciadiego

Isaac Torres Cruz | La idea popular de que la Revolución Mexicana dejó en el campo de batalla un millón de muertos es falaz, al menos no sin matizar y analizar la complejidad del deterioro demográfico que generó ésta muy costosa etapa de la historia del país. Así lo planteó ayer el historiador Javier Garciadiego.

Durante la mesa “La muerte en nuestras historias del siglo XX”, realizada en el marco del encuentro Pensar la muerte, en El Colegio Nacional, explicó que el millón de muertos de la Revolución Mexicana es una cifra tétrica, pero errónea si se piensa que fueron decesos causados en la guerra.

El miembro de la Academia Mexicana de la Lengua explicó abundantemente lo anterior, partiendo de la procedencia de dicha afirmación. De acuerdo con el censo poblacional de 1910, el país registraba alrededor de 15 millones de mexicanos; para el censo de 1921 —considerado en consenso por demógrafos e historiadores como pésimo en su elaboración— era de poco más de 14 millones.

Aritméticamente, las cifras señalan que habría 800 mil decesos, pero para redondear la cifra se cerró en “el millón”, cifra pegajosa, pero falsa, enfatizó el historiador. Por otra parte, historiadores referían que en el censo de 1920 había un déficit de un millón 600 mil mexicanos, lo cual significaría (de nuevo aritméticamente) que no hubo muertos, “pero eso tampoco es cierto”.

El problema con dicho censo es que fue tan mal realizado que nadie lo toma en cuenta, y quienes estudian el tema del costo social de la Revolución trabajan con base en cálculos, por ello hay tantas divergencias en las cifras.

Garciadiego Dantán expuso que para entender la complejidad del cambio demográfico durante la década de la Revolución Mexicana se deben considerar cuatro elementos: los muertos por violencia, epidemias, muertes naturales y, principalmente (“el más importante y que más efecto tuvo”), los no nacidos.

Sobre el primer punto refirió que si bien hubo varias guerras a lo largo de la década, sólo una de ellas puede considerarse como total, en tanto que las demás tuvieron un menor impacto. La guerra maderista, la rebelión zapatista, la guerra orozquista o la guerra de pacificación no generaron mucha mortandad, a diferencia de la lucha constitucionalista contra Victoriano Huerta —que causó la muerte de alrededor de siete mil federales y mil 550 villistas, o la guerra de facciones que causó, al menos, el deceso de cerca de mil 800 villistas.

Además, dijo, había un incipiente uso de armería y la imagen del fusilamiento sumario ha sido más bien alimentada por la literatura. En resumen, la violencia no generó ese millón de muertos, aunque sí se relaciona con el agudizamiento de  otros factores que habrían impactado más, como escases de alimento y epidemias.

“El problema de la letalidad de la Revolución Mexicana sigue siendo un tema muy discutido, tenemos problemas con las estadísticas y algunos autores dicen que no fue tan mortífera, otros dicen que sí. El más reciente de los análisis estadísticos, realizados por Mc Caa, de la Universidad de Minnesota, dice que fueron un millón 400 mil durante el periodo, cifra que incluye los muertos naturales que deberíamos restar, pero no causados sólo por la violencia”.

ENFERMEDADES. Otro de los puntos que enfatizó el miembro de El Colegio Nacional es el relacionado con las epidemias y hambruna: buena parte de la mortandad en ese decenio fue por éstas. Hubo una epidemia de tifoidea que se propagó porque buena parte de los montos destinados a la salud se disminuyeron para redirigirse a las acciones militares, sin embargo, la mortalidad por esta enfermedad fue baja.

Pero la gran epidemia letal llegó a finales de 1918: la influenza española, que se prolongó cuatro meses entre septiembre y diciembre. Se estima que murió medio millón de habitantes en ese periodo. En EU sufrieron un número similar de muertos, acotó Garciadiego, sin embargo su población era seis veces mayor, de alrededor de 103 millones de habitantes. “La diferencia es que México tenían una hambre crónica debido a la Revolución, la población estaba debilitada por otras enfermedades y tenía un deficiente sistema hospitalario”.

La epidemia golpeó zonas de concentración, desde campamentos militares hasta penitenciarias y se cerraron cines, teatros, iglesias… Ese medio millón de muertes por la influenza española representaría entonces la misma letalidad que el resto de los factores que disminuyeron la población mexicana, sin embargo ésta lo logró en cuatro meses, en tanto que los demás se desarrollaron a lo largo del decenio. “La influenza tuvo una letalidad brutal (…), todas las fuentes y testimonios históricos dicen que no sólo faltaban hospitales, medicinas y médicos, sino también panteones y que muchos cadáveres fueron quemados o semienterrados de forma clandestina en las calles”.

Pero el factor clave para el cambio demográfico en esa época, enfatizó Javier Garciadiego, fueron aquellos que no nacieron, lo cual se reflejó en las bajas tasas de natalidad. Sin Revolución, el censo de 1910 proyectaba que México habría tenido alrededor de 17 millones 300 mil habitantes para 1920, que sin embargo se registró esos dudosos 14 millones 300 mil.

Haciendo aritmética con los datos probables, puntualizó, tomemos en cuenta que si esta última cifra fuese correcta, el costo social por los que no nacieron habría sido de dos millones de mexicanos.

Lo más dramático y costoso en términos demográficos fue la diminución poblacional por este factor, explicado porque debido a la Revolución hubo  disrupción de embarazos, separación de parejas y muchos hombres que en vez de ser llevados a la nupcialidad fueron a la guerra.

El historiador, experto en el periodo revolucionario, señala que los cálculos de diversos autores e historiadores estiman un número de muertes por la Revolución Mexicana que va desde los 750 mil hasta el millón y medio. Un promedio podría mantener la idea de que el conflicto en todos sus matices y costos sociales fue de un millón de muertos, sin embargo esos dos millones de mexicanos no nacidos impactó más.

“Fue un decenio de mortandad excepcional porque hubo muertos extras, no naturales, y hubo poca fertilidad, pero además por el bajo el promedio de vida: para 1910 era de 32 años y entre 1915 y 1916 fue de 20 años. Había niños muertos que no llegaban al año de vida, pero también aumentó el número de muertos en la población joven adulta, que al igual que en la Revolución, hoy en día es el sector más afectado en la guerra del narcotráfico”.

Bajo estas estimaciones y el análisis de Mc Caa, se enmarcaría a la Revolución Mexicana como el octavo lugar en letalidad de las guerras del siglo XX, empatada con la Guerra Civil Española, apuntó Garciadiego. Lo que significaría el mayor retroceso demográfico y erupción de violencia del siglo XX en territorio americano, y, comparado con la historia de México, el evento más cruento sólo detrás de la Conquista.

“Se puede seguir creyendo que la guerra revolucionaria generó un millón de muertos en el campo de batalla, sin embargo, intenté demostrar la complejidad del suceso y más allá: el costo social de la Revolución Mexicana”, finalizó.