Las dudas de los expertos ante la ciudad maya «descubierta» por canadiense

Por Mónica Cruz / Abril Mulato | La ciudad perdida de Boca de fuego habría sido identificada a través de fotos de satélite. Investigadores mexicanos piden cautela y subrayan que el supuesto hallazgo no está comprobado. Vista aérea de la zona arqueológica de Uxmal en Yucatán, México.

El pasado 7 de mayo, el diario canadiense Le Journal de Montréal publicó que el adolescente William Gadoury, de 15 años, había descubierto una nueva ciudad maya en la Península de Yucatán, México. De acuerdo con el periódico, el joven estudió 22 constelaciones mayas que aparecen en el Códice Tro-Cortesiano del Museo de América de Madrid (uno de los tres libros mayas jeroglíficos que se conservan) y tuvo la iniciativa de colocarlo sobre un mapa de Google Earth. Así notó que las estrellas correspondían con la ubicación de 117 ciudades mayas.

Hace ya dos años, este estudiante, que entonces tenía 14 años, fue invitado por la Agencia Espacial de Canadá por su proyecto para estudiar si las civilizaciones mayas construían sus ciudades en correlación con la posición de las estrellas. Según el diario canadiense, fue al analizar una constelación que no estaba en el códice pero sí en otro libro de cultura maya, cuando se percató de que dicha constelación estaba conformada por tres estrellas y que en el mapa de Google Earth solo dos ciudades coincidían con los astros. Así que pensó que debería existir una metrópoli 118 en algún lugar de Yucatán.

En el artículo anteriormente citado se menciona que el diario tuvo acceso a algunas de esas imágenes de satélite en donde se aprecian diferentes estructuras de lo que podría ser una ciudad antigua. Según lo que el Doctor Armand LaRocque, especialista en teledetección de la Universidad de New Brunswick, explicó a Le Journal de Montréal, las formas geométricas que aparecen en las fotografías difícilmente pueden atribuirse a fenómenos naturales.

Aunque Gadoury no ha corroborado su teoría, pues no ha podido desplazarse al lugar, ha llamado a la hipotética ciudad perdida K’ÁAK Chi, que significa Boca de fuego. Según su investigación, el sitio podría tener un área total que oscila entre los 80 y los 20 kilómetros cuadrados y haber contado con una pirámide 86 metros y con 30 estructuras, lo que podría posicionarla como la cuarta ciudad maya más importante.

La posición de los arqueólogos mexicanos

Para algunos investigadores mexicanos y expertos en arqueología, el supuesto descubrimiento de William es una exageración, una teoría que debe comprobarse y una especulación arriesgada. “Los mayas no diseñaban ni sus ciudades, ni sus paisajes orientados en las estrellas. Lo hacían con base en factores tan mundanos como fuentes de agua y materias primas y disponibilidad de suelo utilizable para el cultivo ¿De qué iban a vivir, de la mirada al cielo?”, dice en entrevista a Verne el profesor e investigador responsable del Laboratorio de Zooarqueología de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán.

“Hay una gran cantidad de ciudades prehispánicas aún «escondidas» en la selva (en Campeche, Quintana Roo, Yucatán), por lo que no me parece extraño que el niño hubiese encontrado algún sitio con ruinas al aplicar algún patrón al bosque o a ruinas existentes. Esto tiene que ver con la afluencia de contextos prehispánicos, más que con alguna fórmula ancestral o algo parecido”, explica.

Por su parte, Héctor Hernández Álvarez, maestro en Ciencias Antropológicas especializado en Arqueología por la Universidad Autónoma de Yucatán, opina que la idea no es descabellada considerando la precisión de las observaciones astronomicas de los mayas. «Actualmente, las nuevas tecnologías de percepción remota permiten identificar asentamientos o descubrir sitios que fueron ocupados por grupos humanos en el pasado. Lo que habría que comprobar es si esto realmente coincide con la idea de que las ciudades mayas fueron planificadas basándose en un cosmograma», detalla.

El doctor Rafael Cobos Palma, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y doctor en Antropología por la Universidad de Tulane (Estados Unidos), cree que el lugar donde Gadoury encontró la estructura está muy cerca de Calakmul, Uxul y Tortuga, sitios mayas que se encuentran en el sur de Campeche. «Esta es una zona amplia y extensivamente explorada desde la década de 1930 por numerosos investigadores mexicanos y no mexicanos», dice. «La peculiar propuesta de explicar la distribución espacial de asentamientos mayas se ha hecho en otras ocasiones y, claro, jugando y moviendo el plano celestial uno puede llegar a encontrar un sin-número de arreglos espaciales que se asemejan a lo humanamente hecho en nuestro planeta».

Para Cobos la ciencia se construye con investigación y si el joven quebecua quiere dar a conocer un hallazgo tan importante, debe ir a campo y comprobarlo. «Si descubrir la ubicación de sitios arqueológicos, saber la altura de sus edificios y el área de extensión de sus asentamientos fuera una tarea fácil, entonces los arqueólogos no tendríamos que ir a campo e instituciones que apoyan la investigación», agrega. «El trabajo de investigación científica de un arqueólogo es algo serio, muy serio».

El Instituto Nacional de Antropología e Historia dijo a Verne que no puede avalar la existencia de esa ciudad, ni la información presentada por el diario canadiense. Agregó que la teoría que planeta que los mayas construían ciudades a partir de constelaciones ha sido descartada por sus arqueólogos.