La lealtad de los militares es a prueba de todo

Por Manuel Mejido | A más de 10 años de que el presidente espurio Felipe Calderón sacó al Ejército a las calles para legitimar el fraude electoral que lo llevo a Los Pinos, el uso de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública aún no está regulado.

La labor del Ejército realmente es ejemplar porque, con muchas limitaciones y malos tratos, deben enfrentarse con las peligrosas bandas de narcotraficantes que tienen esbirros muy bien pagados y armados para protegerlos en sus actividades criminales.

Inexplicablemente en los últimos días, se ha tratado de descalificar a las Fuerzas Armadas, acusándolas de abusos, masacres y todo tipo de delitos del orden común que supuestamente cometen amparados por sus uniformes y el monopolio de las armas del que constitucionalmente gozan.

Para los faltos de memoria, conviene recordarles que el Ejército Nacional es de una extracción absoluta y totalmente popular. Los oficiales, jefes y generales no llegaron a esos grados por recomendación o imposición. Lo hicieron por su lealtad, trabajo y espíritu de sacrificio, como pocas Fuerzas Armadas del mundo lo tienen.

Desde los lejanos días de la Revolución de 1910, los militares no han cometido la deslealtad de dar golpes de Estado. Se mantienen fieles a la nación y a cumplir con su obligación primordial de proteger la soberanía nacional.

Deben enfrentarse a invasiones extranjeras que pretendan volver a mancillar el suelo mexicano, como ocurrió con la Invasión Francesa de Napoleón y las guerras de rapiña del presidente de Estados Unidos, James Polk, que le costaron al país una paz que arrebató a la integridad del territorio nacional dos terceras partes.

No son golpistas las Fuerzas Armadas de la nación por su extracción popular, contrariamente, por ejemplo, a lo ocurrido en Chile el 11 de septiembre de 1973 con la caída del presidente Salvador Allende por la rebelión militar.

El Ejército chileno es clasista porque sus altos mandos fueron educados por militares prusianos; la Marina, por instructores británicos y la aviación por pilotos de guerra estadunidenses. La cuarta fuerza armada chilena, los Carabineros, se reduce a operaciones de seguridad pública.

El Ejército Mexicano no pertenece a ese esquema clasista y más vale que no lo sigan encuadrando en el estilo golpista, ni lo difamen, porque puede haber muchas fallas entre la tropa y aún entre jefes, oficiales y generales, pero no son ni el total ni la vocación de esa institución nacional.

En México, el hijo de un campesino o de un pescador puede llegar a ser general, almirante y hasta secretario de la Defensa o de la Marina.
EL EJÉRCITO MEXICANO NO OPERA COMO EN EL 68

Tampoco es conveniente que se malinterpreten las palabras y los juicios emitidos por el líder nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, sobre algunos aspectos del Ejército que más pueden circunscribirse a la lucha electoral del 2018.

El oscurantismo con que se manejaron las Fuerzas Armadas durante décadas, permitió que se les acusara de todo y no se les pudiera demostrar ninguna de las imputaciones, pese a lo aparentemente claro de las pruebas.

México no vive la época convulsa del 2 de octubre de 1968, cuando los estudiantes encabezaron disturbios en la capital de la República y permitieron, a sabiendas o no, la intervención de espías tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética, Inglaterra, Francia y China.

El movimiento estudiantil, por su dimensión sin control, sirvió a las potencias extranjeras para inmiscuirse en los asuntos internos de México al través del estudiantado, como ocurrió con Dany Le Rouge, en Francia.

Para terminar con ese problema que se hacía cada vez más grande, se llamó al Ejército. Se trataba de tropas que nunca habían estado en combate contra países extranjeros ni sofocando revoluciones internas, por lo que hubo excesos que hoy se lamentan y se censuran.

Hoy López Obrador podrá hacer todas las declaraciones que quiera contra el Ejército porque los militares no responderán con sus armas ni tanquetas y corresponde a quienes gobiernan la nación, como lo están haciendo, defender la posición de unas Fuerzas Armadas como las mexicanas, que nunca abandonó sus fronteras para invadir.
FOX ENCARCELÓ A GENERALES DE DIVISIÓN

El vacío legal y la falta de preparación para combatir en las calles, ha conducido a los militares a cometer excesos, crímenes y todos los abusos que pueden darse con tropas armadas, sean en México o cualquier otro país del mundo, que no estén perfectamente acotadas por el poder civil.

Un gran avance de los Gobiernos de México, respecto a los militares, lo promovió Vicente Fox durante su Presidencia. Llevó a generales de alta graduación, incluido al general de División, Ricardo Martínez Perea ante los Tribunales, acusados de vínculos con el narcotráfico y asesinatos.

Durante el Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, es habitual que los militares que abusan de su poder y de las armas contra civiles, sean juzgados por los Tribunales civiles y ya se dejó, esperamos que para siempre, que la justicia sea la misma para el pueblo y para los militares. Por fortuna no hay más que una sola justicia y es la misma para todos.

Entre enero de 2007 y diciembre de 2016, se registraron tres mil 916 ataques a las Fuerzas Armadas, por narcotraficantes que tienen ejércitos particulares armados hasta con bazucas y misiles. No se trata de delincuentes menores, sino de tiburones de dientes afilados.

A ese tipo de ataques no se puede responder con claveles, como en la Revolución de Portugal, cuando echaron del poder después de 40 años de ostentarlo a Oliveira Salazar.

En el lapso que han permanecido los militares en las calles, han muerto 246 soldados y mil 406 resultaron heridos.

Cuando se analizan las cifras de los muertos que se han quedado esparcidos por el país, no es fácil de entender que tantos caídos se hayan registrado en un país que se dice en paz.

Ante la realidad mexicana, conviene recordar lo que ese gran político Joseph Fouche advirtió sobre la participación de las Fuerzas Armadas en el Gobierno, cuando dijo: “Es fácil sacar a los militares a las calles, lo difícil es volverlos a sus cuarteles.”

En México ya resultaría muy difícil retirar al Ejército de las labores de seguridad pública y dejar el país en manos de la delincuencia organizada.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

(Aut. LG)