Existe mayor cobertura educativa, pero prevalece la mala calidad

Por Manuel Mejido | La educación en México es un asunto de tanta importancia y trascendencia que no debe ponerse en manos de político, de preferidos ni “delfines”.

Los secretarios de Educación Pública, como ocurría antes, eran buscados entre los intelectuales de más respeto y trayectoria y no entre los politiquillos que mejor saben halagar a los hombres del poder.

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) acaba de presentar, ante la Cámara de Diputados, su Informe 2017 sobre la Educación Obligatoria en México.

En ese documento el INEE reconoce una mayor cobertura en la educación pública obligatoria, que comprende desde preescolar hasta tercero de secundaria, pero registra un rezago en el aprendizaje que empieza en el hogar y continúa en las aulas.

Es cierto que los buenos principios se adquieren en casa, pero también los vicios contra los cuales los gobiernos llamados revolucionarios vienen luchando sin conseguir terminar con esas fallas educativas que convierten a los políticos en corruptos y ladrones y a las instituciones encargadas de vigilarlas en sus cómplices y alcahuetes.

No obstante los avances que muchos aplauden, aún se observan inequidades significativas en la educación pública obligatoria que impactan en los contextos socioeconómicos con mayor deterioro.

El rezago más grande se advierte en el terreno de los aprendizajes. Alrededor de la mitad de los alumnos de sexto de primaria tuvieron un nivel de logro insuficiente en lenguaje y comunicación, y el 60 por ciento lo tuvo en matemáticas.

El informe señala que, aunque se advierte una asociación entre la calidad de los servicios educativos y los contextos socioeconómicos, se puede descubrir que los asuntos económicos y de convivencia entre la sociedad no son determinantes porque existen márgenes de acción para que las autoridades superen esas limitaciones.
SECRETARIOS COMO “DELFINES”

En tiempos recientemente pasados, los presidentes que llegaban al poder por la fuerza de las armas o la vileza de la corrupción, procuraban vestir de gala a su gabinete eligiendo siempre secretarios de Educación Pública de una gran categoría intelectual, de reconocida trayectoria y una marcada independencia en su pensamiento y su acción.

El actual secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, fue instalado en ese puesto por el presidente Enrique Peña Nieto como una baraja más de la que podría echar mano para la sucesión del 2018.

Lamentablemente para los gobiernos de la República, no todos los mexicanos son ignorantes u olvidadizos. Hay un grupo, no muy numeroso por cierto, para recordar la categoría intelectual y cultural de los secretarios de Educación.

Álvaro Obregón nombró secretario a José Vasconcelos y, más tarde, cuando le picó el gusano de lo político, lo reemplazo Bernardo Gastélum. Plutarco Elías Calles, un maestro de escuela llegado a presidente, nombró en la SEP a Manuel Puig, primero y, después, a Moisés Sáenz, ambos personas de alta calidad intelectual.

Emilio Portes Gil no se fue a la cumbre, pero tampoco a la cima en su decisión y tuvo como secretario de Educación a Ezequiel Padilla y al general Joaquín Amaro que inexplicablemente era un hombre muy bien preparado y no general ‘de dedo’.

Pascual Ortiz Rubio ubicó en la SEP a José Manuel Puig Casauranc, que ya estaba probado era un intelectual y a Narciso Bossols, una de las grandes figuras de la revolución intelectual del México contemporáneo.

Abelardo Rodríguez repitió a Bassols y lo reemplazó por Eduardo Vasconcelos. Lázaro Cárdenas transitó entre el intelecto y la amistad, porque designó secretario de Educación a Ignacio García Téllez, Gonzalo Vázquez Vela e Ignacio Beteta.
EL PLEITO ENTRE LA RAZÓN Y LA SINRAZÓN

Manuel Ávila Camacho, cuando ya se terminaba en México la Presidencia de la República para los Generales, tuvo tres secretarios de Educación Luis Sánchez Pontón, Octavio Béjar y Jaime Torres Bodet, posiblemente el mejor que ha tenido el país en su historia junto con José Vasconcelos.

Miguel Alemán aguantó todo su sexenio con Manuel Gual Vidal, mientras que don Adolfo Ruiz Cortines lo hizo con José Ángel Ceniceros; López Mateos con Jaime Torres Bodet; y Gustavo Díaz Ordaz, con Agustín Yáñez (otro intelectual de alta calidad) y Luis Echeverría con Víctor Bravo Ahuja que tuvo una destacada participación en la SEP.

José López Portillo eligió dos políticos jóvenes, Porfirio Muñoz Ledo y Fernando Solana para terminar su sexenio. De ahí en adelante ha habido más malo que bueno y todos han aspirado a la Presidencia de la República, salvo Reyes Heroles que por edad no la tuvo al alcance de su brillante cerebro.

Cada sexenio se renueva, por arte de magia, la educación nacional porque no existe un seguimiento de lo que se ha hecho ni una perspectiva clara de lo que se debe hacer.

Ese pleito permanente en la educación mexicana, entre la razón y la sinrazón, se parece a las olas del mar que llegan a la arena de la playa y se retiran con la resaca. Por eso México ha sido incapaz de superar los odios o los asuntos personales en bien de la educación de un pueblo mal educado.

Hasta hace pocos años, los padres de familia motivaban a sus hijos para continuar sus estudios profesionales y pudieran defenderse en la vida. Hoy, simplemente los dejan ante un futuro incierto que tiene como descendientes bastardos la desigualdad y el fracaso.

En el país hay varios tipos de educación, la básica para niños de cuatro a 16 años; y para jóvenes de 15 a 18. Pero también la hay para discapacitados que deben navegar en una educación imperfecta e incompleta que tiene al 23.8 por ciento de los mexicanos sumidos en el analfabetismo, en comparación con el 4.7 de la población nacional.

También ubica a este grupo vulnerabilidad en un nivel de 5.1 años, frente al 9.2 años del resto de la población total del país.

La educación de tutoría es un experimento que todavía no se sabe a ciencia cierta si funciona o no, porque deja a los jóvenes y niños estudiar por su cuenta y, periódicamente, esos estudios son revisados por asesores.

La educación en zonas indígenas que se encuentra con el primer obstáculo del idioma, además de la lejanía de los planteles mal ubicados en las zonas geográficas donde habitan. A este grupo, se les considera ciudadanos al 100 por ciento únicamente para votar.

El abandono escolar tiene una tasa de deserción en la educación media de 600 mil estudiantes en los últimos seis ciclos escolares.

La prueba de que hay problemas serios en la educación nacional, son las constantes marchas de maestros en la Ciudad de México, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y otros Estados que acaban de ocurrir durante el pasado Día del Trabajo.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

(Aut. LG)