En tu vida sexual: el placer o la amnesia selectiva

Por Marisol Barbosa | Así como cuando eras niña y le temías al «coco» o a la oscuridad, así le tememos las mujeres a la menopausia. El inexorable tic-tac biológico nos embarca en un tren con esa parada asegurada. Por más referentes que tengamos con nuestras madres, abuelas, hermanas o amigas, no sabemos a ciencia cierta qué efectos provocará en cada una de nosotras, ya que cada cuerpo es otro mundo.

Esta incertidumbre se nos instala cual roedor incesante después de los cuarenta y no falla que las inquietudes sobre el tema las compartamos con amigas cercanas ante la aparición del menor bochorno nocturno. Junto con pegado: tampoco falla relacionar la debacle hormonal con el declive del apetito sexual.

Surgen las etiquetas auto adheribles como la que me permito rescatar en esta frase que dijo una amiga angustiada: «Ya estuvo que mi vida sexual se acabó, pero bueno ¿la verdad? Es que ya no se me antoja».

¿El deseo sexual es una cuestión hormonal de edad, de apetito o de ganas?

No pude evitar preguntarle: ¿Te compras eso de que con la edad, la pre menopausia o menopausia, la libido puede esfumarse o es directamente proporcional al comportamiento hormonal? ¿O esta otra de que la libido es solo apetito sexual, se tiene o no se tiene?

No pretendo adoctrinar ni competir con el señor Freud o con Jung, pero tengo mi propia teoría:

Si el sexo es intrínseco al cuerpo, a lo físico; si fuimos cinceladas con una perfección exquisita, superior a la de Rodin y contamos con un aparato sexual completo y diseñado no solo para procrear, sino para disfrutar, inevitablemente me lleva a pensar en la parábola de los talentos.

¿Realmente estás dispuesta a enterrar un clítoris, una vagina, un punto G, unas glándulas de Skene? (que para aquellas feministas ansiosas de una paridad con los hombres, nos permiten eyacular) Estos órganos permanecen intactos en la mayoría de las veces, a menos de que exista alguna víctima de ablación genital.

Entonces, el comprarse la etiqueta, equivaldría a ponernos parches permanentes en los ojos y negarnos a ver.

¿Que si influye la psique, en la libido? No me cabe duda.

Los complejos, los tabúes, las expectativas, la no aceptación del propio cuerpo, la ansiedad y el miedo son incompatibles con el placer. Es una mera cuestión de recordar, de rescatar y reinventar esa capacidad que se nos dio de nacimiento, es darse permiso de sentir y de fluir.

No se necesitan más de cinco minutos -según un sabio consejo- para echar a andar o dejar que nos echen a andar la maquinaria.

Cinco minutos para perdernos en las sensaciones que provoca el tacto, la lengua, la piel con la piel, o qué, ¿los sentidos también están supeditados a las hormonas? No, que yo sepa.

Entonces, vuelvo a cuestionar:

¿El deseo sexual es una cuestión hormonal de edad, de apetito o de ganas?

El placer es, existe y existirá, siempre y cuando te des permiso.

Estás maravillosamente equipada para sentirlo así tengas ochenta años o más.