El escaparate nacional que se exhibe en el mundo es desastroso

Por Manuel Mejido | México está en quiebra. Es un país desecho por gobernantes saqueadores que llegan a los puestos públicos para robar y sacar su dinero del país. Para darse vida de reyes en el extranjero, a costa de la miseria que dejan sembrada a lo largo y ancho de la República.

El gran escaparate de la Nación es el Distrito Federal, ahora rebautizado color de rosa como CdMx (Ciudad de México). Pero se trata de un orificio dominado por la polución, la contaminación por ruido y por sólidos que flotan en el ambiente y unas 20 millones de personas deben respirarlas e intoxicarse porque malas autoridades no han sabido combatir este tipo de problemas.

Vergonzoso sería, para un Gobierno que tuviera vergüenza, que la capital de la República se asemeje a una ciudad bombardeada por las zanjas, los baches y los hoyos que cubren la superficie citadina.

Los automovilistas tienen que sufrir el tránsito entre escombros, policías corruptos, fugas de agua, tiraderos de basura en cada esquina y la incultura vial en la que el conductor sale a la caza del peatón y el ciudadano transita por las vías rápidas donde el drenaje está tapado por desechos de todo tipo y el concierto desafinado de las bocinas de automóviles y camiones.

Los grandes problemas de invasión de predios públicos para convertirlos en privados se repite uno tras de otro porque la corrupción con impunidad sigue imperando en la mancha urbana y en sus parques públicos, incluido Chapultepec.

La expansión irregular de la mancha urbana sigue imparable, porque los permisos de construcción a cambio de dinero continúan al frente de las actividades ocultas en los sótanos de la ciudad.

Los habitantes del exDistrito Federal, viven con la plaga de fauna nociva, se produce en las cloacas, fuera de la mirada de los ciudadanos, por muy acuciosos que sean.

En el campo, la situación no es mejor, porque la agricultura es mal pagada e insuficiente para cubrir las necesidades alimentarias de los mexicanos y la población consume los productos de la Cargill o Monsanto importados de los Estados Unidos.
LO QUE COMEN LOS MEXICANOS

Los transgénicos contaminados que se elaboran con insumos mexicanos y se envasan con instrucciones en inglés, son la fuente alimenticia de millones, la mayor parte de ellos que pasan sus hambres lo mismo en la selva que en el desierto o en las grandes ciudades.

Desaparecieron ya Fertimex, que producía los insumos para mejorar las cosechas, las semillas mejoradas para resembrarlas o comerlas; la Conasupo, que regulaba el precio del maíz, cuando es bien sabido que en América está asentada la cultura a esta semilla, en Europa la del trigo, en Asia la de arroz y en África la del mijo.

La ganadería, que antes de la era de los economistas fue relativamente próspera, hoy se encuentra estancada, por la inseguridad en el campo que tiene atada de pies y manos a la inversión y el desorden la mantiene al margen de los últimos adelantos en la producción de leche y carne avícola, caprina, porcina y bovina.

Los grandes monopolios, con prestanombres mexicanos se manejan aquí y reciben las ganancias en los Estados Unidos.

Con una discreción propia de los poderosos, la producción del campo mexicano está teniendo al margen a los nacionales casi como ocurrió en Centroamérica en los primeros 40 años del siglo XX cuando la United Fruit Company, dueña de las grandes plantaciones, ponía y quitaba presidentes a su antojo.

La silvicultura padece graves estragos especialmente en la península de Yucatán, en donde la milpa que camina ha acabado con los bosques. Viejas prácticas de los mayas desmontan de árboles el paisaje para sus sembradíos, en una tierra que apenas resiste tres o cuatro cosechas.

En 1917 Sudáfrica se repobló con pinos mexicanos. Hoy ese país es exportador de madera en tanto que México la importa de Estados Unidos, Filipinas y hasta de la nación africana.
DE QUÉ SIRVEN EL CAMPO Y LOS LITORALES

Lo más costoso y doloroso para el país, lo que lo está desbastando, son el entreguismo tan grande que hay de los mercados nacionales a las empresas estadunidenses. El 90 por ciento de las tiendas de autoservicio instaladas en la República están repletas de productos  importados creando una peligrosa dependencia de lo estadunidense en perjuicio de lo mexicano.

Con 10 mil kilómetros de litorales México apenas exporta un poco de atún, camarón y cubre su consumo interno porque su pesca es anticuada, deficiente y, por supuesto, penetrada hasta la médula por la corrupción de armadores y cooperativistas, la peor mancuerna que pudo hacerse para la explotación pesquera en el país.

Ningún mexicano tiene derecho de salir en un barco pesquero a capturar las llamadas especies reservadas, como camarón, langosta, abulón, totoaba, sin infringir la ley y ser encarcelado y su barco decomisado.

Las leyes protegen la improductividad en tanto que los pescadores de Estados Unidos, Japón y de Cuba invaden las aguas territoriales mexicanas y se llevan sus barcos-fábricas repletos de buena pesca.

La falta de vigilancia, la complacencia y la complicidad unidas impiden el progreso en los mares. Cuando era subsecretario de Pesca Héctor Medina Neri, me comentó sobre una gira de trabajo que realizó acompañado por armadores  mexicanos a Cuba y le expusieron a Fidel Castro que el camarón de noche (que significa vender en altamar el crustáceo capturado a barcos de Estados Unidos u otros países a precio de producto robado) era una práctica cotidiana.

Fidel miró a los ojos a Medina Neri, se mesó la barba respondió: “-En Cuba no pasa eso.” El mexicano insistió: “Ese robo se hace bajo la luz de la luna…”. De inmediato el cubano espetó: “-En Cuba no pasa eso, porque a quien lo hace se le fusila.”

Para que las ciudades, la pesca, la ganadería, la agricultura, silvicultura y el petróleo no se sigan explotando bajo la misma marca de corrupción con impunidad, en México se necesitan penas severas para quienes in curran en esos actos.

Los casi 55 millones de contribuyentes que hay en el país, con el pago de sus impuestos hemos costeado los fraudes de los banqueros con el Fobaproa, de los empresarios que les incautaron los ingenios azucareros que hizo Vicente Fox en beneficio de una refresquera, de las carreteras, los fraudes a los ahorradores en Ficrea y ahora quieren los alcaldes estafados por el prófugo de la justicia, Javier Duarte, también que los salve “papá Gobierno”.

Según los expertos, con la privatización de los yacimientos petroleros puede ocurrir lo mismo con los 30 campos petroleros licitados en la Ronda Uno a inversionistas nacionales y extranjeros. Más los que se agreguen a las siguientes subastas para allegar más dinero a los bolsillos de los gobernantes.

Desgraciadamente no se puede hacer con los sinvergüenzas que se roban el dinero público, lo que hace Fidel en Cuba. Pero desde luego que deben ser perseguidos, puestos en prisión y obligados a devolver lo robado. De otro modo todo será “biombo de don Martín Quiroga.”

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.