Dedicado a la mujer en el metro de Berlín que me dijo «pobre moreno desgraciado»

Por Farid Boucher – Estudiante en Berlín |En realidad no es típico de mí contar a todos las cosas que me afectan personalmente. Pero esta vez tengo que hacerlo. Espero que les ayude a abrir los ojos y a poner en claro: no, no todo está bien en Alemania.

Lo que me pasó sucede cada vez con más frecuencia.

Hace unos días subí en Berlín a la U5 (línea del metro) en la estación Samariterstraße con dirección a Alexanderplatz. El tren estaba bastante abarrotado, por lo que me senté en uno de los asientos plegables*, pensé que sería lo que causaría menos molestia para los demás pasajeros.

En el asiento a mi lado estaba una mujer alta de cabello blanco, ojos azules y un libro en la mano. Calculé que se encontraba a finales de sus 50, principios de los 60. Junto a nosotros había dos chicos rubios alrededor de los 18 años y dos tipos de piel oscura de la misma edad.

Tan pronto como me senté, la mujer se volvió hacia mí y me dijo fríamente: «Hay otros lugares libres». Incrédulo, perplejo y con un mal presentimiento de lo que podría seguir de inmediato, le pregunté esforzándome por ser amable: «¿Cómo, por favor?». Ella dijo: «¿Por qué te sientas a mi lado?, este es mi país. No quiero que alguien como tú se siente a mi lado».

Poco a poco, otros pasajeros también se sintieron atraídos por nuestra conversación.

Le respondí a la mujer: «Bueno, ya sabe, me parece que este es su problema, y como ha señalado acertadamente: todavía hay otros lugares libres. Nada le impide moverse a otro lado.» Ella: «Sí, eres muy listo, ¿verdad? Pobre moreno desgraciado.» Yo: «La única persona que me parece una pobre ‘morena’ es usted». (El término moreno en este caso fue usado por él para referirse al color café de las camisas pardas de Hitler, un grupo militarizado nazi. Entonces el significado de la respuesta de él sería «la única que me parece una pobre nazi es usted»).

Los dos chavos rubios estaban riendo a carcajadas, otros se rieron entre dientes mientras me pareció que algunos pensaban que yo era el problema.

Uno de los dos chicos de piel oscura me dijo: «Déjalo, no vale la pena». Le respondí que sí valía la pena y que yo no tenía ningún problema con nadie, pero al parecer alguien sí lo tenía conmigo.

Mientras tanto, me pareció que los ojos de la mujer brillaban con odio. «¿De dónde vienes, escuincle?» me preguntó. Le contesté: «Soy alemán, no es que le sea de su incumbencia». Ella: «Por supuesto. Pero, mírate ¿y tus padres?» Yo: «También son alemanes». Entonces la mujer ya no tenía de dónde agarrarse: «Sí, claramente, en el papel, tú…»

En este punto ella comenzó a hablarme en un idioma que no entendí del todo. Sin embargo, estoy seguro de que era un dialecto bajo alemán (de las tierras bajas del país, al norte).

Le dije que tenía que hablar alemán estándar conmigo si quería que le entendiera. Entonces, algunas personas más comenzaron a reírse, los chicos apenas podían contener la risa, y un par me seguían pareciendo como si yo fuera el que estuviera causando el escándalo.

La señora se enojó aún más y volvió a insultarme en bajo alemán. Luego dijo que los tiempos cambiarían nuevamente a favor de los «verdaderos alemanes».

Estaba cada vez más sorprendido por lo que ocurría allí. Pero bajo ninguna circunstancia iba a permitir que me afectara para mal, por lo que decidí responderle con una mezcla de aclaraciones y contraataque verbal.

La señora dijo que los tiempos cambiarían nuevamente a favor de los «verdaderos alemanes».

«La última vez que miré, los nazis fueron los que sufrieron una derrota, y eso volverá a ocurrir. Los alemanes como yo nos encargaremos de ellos», le dije.

Ella respondió que la próxima vez ella se iba a encargar de que para la siguiente fuera diferente. Que los nazis nunca desaparecieron de todos modos y que todavía tienen posiciones y cargos importantes.

Ahora el telón finalmente había caído. Tenía que lidiar con una nazi auténtica: «Oh, está claro, no fue tan difícil. Dígalo, simplemente sin timidez, sáquelo. Está padre el asesinato en masa, ¿no? ¿Son cool los genocidios no? »

Ella: «Sí, verás, los hornos todavía están intactos.». Sí, realmente, dijo eso.

Yo: «¿Qué está leyendo? ¿Mi lucha?» (primer libro escrito por Adolf Hitler)

La gente que nos rodeaba apenas podía contener la risa. Puede que no haya sido así, pero contribuyó a la frustración de la mujer, lo cual francamente me satisfizo. Ella comenzó a llamarme prietito.

Quise ser conciliador de nuevo «¿Sabe qué es lo triste? Que estamos en el mismo barco, y creo realmente que no me odia a mí, sino a los que están allí arriba, quienes afectan a usted a él y a él y a ella a mí por igual» dije, señalando a otras personas cercanas, «pero en lugar de luchar contra las causas de sus problemas, siempre golpea a los que lo tienen aún más complicado».

Señalé a la mujer y dije: «nazi, no alemán».

Ella no estaba enojada conmigo, sino con Alemania, coincidió uno de los dos chicos de piel oscura.

Mientras tanto a la mujer le había comido la lengua el gato. Me levanté de mi asiento, le estreché la mano a los dos chavos rubios así como a los dos de piel oscura y señalé a todos mientras les decía: «alemán, alemán, alemán, alemán». Luego me apunté y dije: «alemán». Señalé a la mujer y le dije: «Nazi, no alemán».

Quería sentarme de nuevo, pero la mujer trató de bloquear su asiento con su brazo. No lo permití, y me volví a sentarme.

El resto del viaje me miró en silencio. En la salida de la estación final, Alexanderplatz, insultó a los dos hombres de piel oscura diciéndoles monos. Intentaron tomarlo con calma.

Uno de ellos dijo: «Sí, soy un mono, tiene suerte, porque por lo general uno solo los logra ver en el zoológico», y mientras me señalaban dijeron que era una lástima que no fuera un político, pues entonces tendría el voto de ellos.

Me alegro de que me haya sucedido a mí y no a otra persona.

Me alegro de que me haya sucedido a mí y no a otra persona, porque sé cómo defenderme. No era la primera vez que experimentaba tal cosa. A pesar de la ira, la desilusión y la falta de respeto, la experiencia me ha fortalecido.

Pero algo completamente diferente me preocupa. Todos los días, demasiadas personas se ven afectadas por tales ataques xenófobos. Muchos de ellos no son tan seguros de sí mismos como yo. A muchos nadie los ayuda. Se quedan con una sensación de impotencia, aislamiento, miedo.

Tengo una petición: unámonos para que la convivencia social no se degrade más. Pongamos atención para ayudar a los demás.

Y si ustedes presencian tales ataques, ya sean verbales o físicos, ayuden a los afectados a defenderse. Y muéstrenles que Alemania es mucho mejor que esa gente.

* En la línea U5 del metro de Berlín los asientos plegables se encuentran más cerca de las puertas por lo que no se necesita atravesar todo el vagón para encontrar lugar.

Este texto fue publicado originalmente en el HuffPost de Alemania y ha sido traducido y editado. Gracias a Ernesto Huacuja por sus precisiones en la traducción.

*Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.