«Chula, sírveme un café»: expresiones del machismo contemporáneo

Por Fernanda Ruiz De Velasco | Estoy segura que a muchas de ustedes mujeres profesionistas les ha pasado, en más de una ocasión o por lo menos una vez, que al entrar a una reunión de trabajo y estar buscando el personificador para sentarse en su bien merecido lugar, voltea algún hombre y mirándolas a los ojos les dice: «Chula, sírveme un café». OJOS AGUILESCOS al incauto.

¿Poooooooooooooor?

¿Por qué los hombres asumen de inmediato que por ser mujer debes atenderlos y servirles un café? Acto seguido tomas asiento y con mirada de interrogación te observa mientras su cerebro procesa que no vas a hacer lo solicitado.

¿Por qué los hombres asumen de inmediato que por ser mujer debes atenderlos y servirles un café?

No es novedad que vivamos en un mundo de hombres mexicanos educados por madresque les enseñan que la mujer no tiene los mismos derechos que ellos, y que si quieren un cafecito con dos de azúcar ellos no tienen manos funcionales para hacerlo: los enseñan a ser inútiles y les fomentan que las mujeres deben de ser sumisas y atenderlos. La típica suegra que le dice al hijo «Mijito lindo, precioso, hermoso, ya cambia a tu novia/esposa por una que sí te atienda como te lo mereces, que te haga tus huevitos revueltos en la mañana y que te planche y almidone las camisas».

Y es que la educación comienza en la casa. Las madres de las nuevas generaciones tenemos la obligación de enseñarles a nuestros hijos varones «machos» que ellos son capaces de ver por sí mismos y que las mujeres no estamos para servirles ni un café, un vasito de agua de jamaica o hacer la minuta de la reunión.

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¿O no? Clásico que eres la única mujer en la sala de juntas y cuando pregunta el jefe que quién hará la minuta y todos voltean a verte, de nuevo hago la pregunta del millón de dólares, ¿Poooooooooooooooooooooooooooooooooor? ¡Por ser mujer! Solo por eso tendrás el honor de tomar notas de todos nuestros comentarios, sugerencias y escribir el resumen y los acuerdos de la junta. Gracias compañera por existir.

Y es ahí cuando levantas la voz un día en tus 5 minutos de síndrome premenstrual y dices: «Compañeros, yo no voy a hacer la minuta, es la vigésima vez que me encargan esa tarea y ya le toca a alguien más». Todos se voltean a ver consternados, sudan, se ajustan el cuello de la camisa y la corbata, abren la ventana, y están pensando: «¿Y a esta vieja qué mosca le picó? Si para eso viene a la junta», «ya se nos está subiendo a las barbas», «seguro se esta acostando con el jefe para estar tan altanera», etc. etc. etc.

Y es ahí cuando levantas la voz un día en tus 5 minutos de síndrome premenstrual y dices: «Compañeros, yo no voy a hacer la minuta, es la vigésima vez que me encargan esa tarea y ya le toca a alguien más».

Es también muy conocido que las mujeres no nos damos nuestro lugar y en muchas ocasiones en las que, por tratar de quedar bien o romper el hielo en el sitio laboral, empezamos a hacer esos actos serviciales como ofrecernos a pedir la pizza los viernes de godín, sacar las copias de los compañeros de enfrente, poner la casa y limpiar después el desorden los sábados de futbol… Pero una cosa es hacer esto por convicción y gusto y otra muy diferente es que ellos lo asuman por el género sexual.

Es un tema difícil y es un mundo con grandes retos para el sexo femenino ya que tenemos que balancear muy bien el ser mujeres sin ser masculinas y ser masculinas sin dejar de ser femeninas, darnos nuestro lugar sin ser llamadas «brujas» o «perras», ser educadas y a la vez mal habladas sin ser corrientes y mal educadas, hacer malabares en el hogar y en nuestro lugar de desempeño profesional. Y aceptar que estamos muy lejos de romper el famoso techo de cristal del cual se ha hablado por varias décadas. Si bien ya hay más mujeres en puestos de «hombres», aún falta mucho camino por recorrer.

Debemos entender que los hombres siempre van a estar a nuestro alrededor con aires de grandeza, y que, aunque fuimos criadas para complacer al prójimo —en especial al ser masculino— hay que encontrar el modo de relacionarnos con estos seres extraños que vienen de Marte dándonos nuestro lugar y saber lidiar con estas demostraciones de machismo puro dándoles el avión y no tomándose el asunto de manera personal.