SE TIRARON CON MIS MOCHILAS

Ramón Durón Ruiz

El sabio líder indio Mahatma Gandhi, con meridiana sabiduría afirmó: “Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien, éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente”

La tensa situación generada por la intolerancia y el insultante vandalismo de algunos jóvenes y maestros en Chilpancingo, nos dice que “La violencia crea más problemas sociales de los que resuelve”

La violencia es el método de quienes le falta razón y argumentos, para exponer y lograr que se acepten sus planteamientos y conseguir los acuerdos, no resuelve los conflictos, sólo acentúa las diferencias, es un recurso en el que no hay ganadores ni vencidos, sólo deja un perdedor: México.

Cuando se es dueño de la razón –y se cree que de la historia también–, los líderes se cierran a la posibilidad de llegar a un resolutivo satisfactorio, y bajo el pretexto de que han sido “infiltrados” empieza entonces la violencia, la toma de edificios públicos, la destrucción de edificios partidistas, la toma de autopistas, que no sólo aleja el acuerdo y la paz, también consigue un generalizado rechazo ciudadano.

En el siglo XX y en los albores del presente, el país ha sorteado satisfactoriamente los desencuentros y los momentos de violencia institucionalizada: la revolución; las rebeliones; la guerra cristera; las grandes huelgas de ferrocarrileros y maestros; el movimiento del 68; la guerrilla; el EZLN; la APO.

La transición democrática que en el 2000 arribó con un amplio bono ciudadano, hoy ha traído al escenario nacional, una nueva forma de actuar y de pensar el quehacer político, con el suficiente oficio, sensibilidad, visión de gran calado y urbanidad, que a los ciudadanos nos da la esperanza de que los actores políticos entiendan que la violencia no es el camino.

En el consenso de las ideas, hoy los ciudadanos decimos al gobierno y a los partidos, que si antes “la forma era fondo”, ¡hoy la forma es todo!, reclamamos que cuiden las formas y que recuerden que es tiempo ya, que se fragüen desde el poder legislativo, los grandes cambios estructurales que nos inserten con éxito en la competitividad, que la globalidad exige.

Hoy un puñado de mexicanos alimentados por la esperanza de que ha llegado al poder legislativo –que es desde donde emergerá el gran cambio estructural que la nación demanda– una generación de políticos con altura de miras,  queremos que las grandes reformas se den en el marco de una pacífica civilidad política, no de una violencia que excluye los principios y saca a flote una barbarie que sólo deja damnificados y heridos a su paso.

Los viejos de los pueblos creemos que este es el tiempo de México… no de la violencia, queremos que en plena alternancia política, con gobiernos de todas las fuerzas partidarias, se cancelen los desencuentros.

Aspiramos a que con un generoso y renovado estilo de urbanidad política, siga adelante el Pacto por México, del que emana una nueva correlación institucional entre gobierno y partidos, establece una relación simbiótica entre ciudadanos y gobernantes, y es el punto de partida de la Reconciliación Nacional que la Patria exige de todos los actores políticos.

Resulta que viajaban 4 personas a la ciudad de México en un avión: un político negociador del gobierno, un líder de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación, un sacerdote y un Boy Scout. De pronto el motor del avión se incendia, entonces el capitán les dice que sólo hay tres paracaídas, uno para mí y los dos restantes son suyos.

El político del gobierno, toma uno y argumentando que su capacidad se requiere para negociar se lanza; el maestro de la Coordinadora al mismo tiempo expresa:

Yo tengo derecho al otro paracaídas, y tomándolo se tira.

El sacerdote comenta: ¡Ya nos quedamos sin paracaídas!,

El Boy Scout le dice: El político negociador del gobierno y el maestro de la Coordinadora por querer agandallarnos, se tiraron con mis mochilas.

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