Leer es como respirar

A propósito del Día Internacional de los derechos de autor y del libro, es inevitable aceptar que México es un país de mucha tele y de pocos libros. El mexicano promedio no tiene el hábito de lectura o lee muy poco. Para ellos, aunque manden a sus hijos a la escuela, “es un hecho” que se puede vivir y “ganarse el pan de cada día” y aún “tener mucho dinero” sin leer. Se estima que el 70% de mexicanos con educación primaria y secundaria, prácticamente no lee, ni un libro al año. Otros estudios recientes señalan que en el 50% de hogares tienen solo de uno a diez libros. Un escasol 2% tiene cien y más libros.  Las comparaciones son odiosas, pero los ciudadanos de otros países latinoamericanos como Argentina, Chile y Uruguay, leen hasta 3 libros por año.

Aún así, tal vez para muchos no está clara la relación entre lectura y desarrollo de la democracia; pero sería importante verificarlo, porque cómo poder esperar una participación política consciente, crítica y comprometida, si nuestra principal o única fuente de información solamente es la televisión y algunos folletos con “monitos y entretenidos”.

Cómo vamos a aprender a ser buenos trabajadores, empresarios,  padres, si no leemos lo necesario. Ni que decir de la importancia de leer para saber cómo cuidar nuestra salud, nuestra familia, nuestro patrimonio y nuestra vida en general. Por eso creo que para los humanos, leer es, o debiera ser, como comer, beber agua o respirar.

Cómo no preocuparnos cuando vemos jóvenes de todos los niveles sociales, que como “cibors”, tienen adherida a su cuerpo una prótesis llamada celular, tablet o lap, con la que viven conectados digitalmente al internet y sus redes sociales. Esta barrera tecnológica intergeneracional, solo ha empezado a penetrarse utilizando esos mismos medios tecnológicos. Los más recientes procesos electorales demuestran que no tenemos otra opción para acceder a su mundo y conseguir su participación social integral.

Por ello me resisto a oponer los libros de papel y tinta contra los libros electrónicos o inclusive las versiones resumidas de textos por medio de videos con gráficos e imágenes animadas.

Más allá de lamentarnos de que los mexicanos adultos y jóvenes no leen, debiéramos preguntarnos por qué no lo hacen y cuáles son las consecuencias individuales, familiares y sociales de no hacerlo.

La estrategia pedagógica de castigar a los estudiantes, poniéndolos a leer no ha funcionado y ha creado una especie de “lecturofobia”. También han faltado o han sido ineficaces las estrategias para que las personas tengan amplias facilidades para conseguir las revistas, periódicos y libros que despiertan su interés. Tal vez,  así como existe una cruzada contra el hambre, debería existir una contra el analfabetismo y el escaso hábito de leer.

Mientras tanto, si Ud. y su familia, no son “normales” y les gusta leer, tienen libros en su casa, los disfrutan y aplican su enseñanza en su vida, felicidades, son afortunados, no pierdan ese don y privilegio, porque los libros (impresos o digitales) además de ser alimento para el alma, siguen siendo la principal llave que abre el mundo del conocimiento para enfrentar y superar los retos de la realidad (interna y externa) y no vivir sin entenderlos y sometidos a ellos.