El nido vacío

Gerardo Flores Sánchez

En el ciclo del desarrollo de la vida de una pareja, existe una etapa a la que se ha llamado de “nido vacío”.  Esta ocurre cuando han llegado a una vida de adultos mayores y los hijos empiezan a abandonar la casa paterna, ya sea porque migran a otra ciudad o país a estudiar o a trabajar. En otros casos es porque al contraer nupcias, deciden formar su propia familia y establecerse en un domicilio separado del de los padres.

Esta evolución clásica de la familia, ha sido trastornada por los cambios que implica la modernidad, sobre todo a partir de los años 70’s. Ahora la maternidad llega a muy temprana edad, por consiguiente, cuando los hijos llegan a la edad de estudios de nivel medio y medio superior, o de trabajar, los padres son aún adultos jóvenes. Los casos de abuelos y abuelas que están en la cuarta década de su vida, son cada vez más numerosos.

En las familias donde los ancianos han logrado prolongar su longevidad hasta los 90 años, se acumulan dos generaciones de adultos mayores, una de adultos y otras de jóvenes o  padres adolecentes.

Los lapsos de tiempo que ocupaban cada generación para crecer, educarse para el estudio y/o trabajo y madurar para  formar sus familias, permitía que la economía no se sobrecargara y los jóvenes y adultos pudieran sostener con su trabajo a los niño y ancianos, otorgándoles los cuidados y protección necesaria.

Las crisis económicas a que ha estado sometido México, han complicado la capacidad de la institución familia para absorber y dar una respuesta eficaz a las demandas de generaciones acumuladas en la casa paterna.

Si a esto agregamos la tendencia del incremento de hogares con jefatura femenina, el creciente desempleo e informalidad del trabajo y la falta de programas que den oportunidad de reingresar al mercado laboral a adultos mayores jubilados, tenemos una compleja situación de estrechez de las finanzas familiares para solventar los gastos de adultos y jóvenes que se cargan a la economía de padres.

Por lo anterior, en contraste al “nido vacío”, ahora se tendrá que acuñar el de “nido invadido”.

Un estudio realizado en la Cd. de México por Olivia Tena Guerrero, investigadora de la UNAM, reporta como se ha incrementado de manera muy importante el número de solteras y solteros en edad adulta que viven en el hogar de sus padres. Otros estudios han mostrado como la familia nuclear, se está engrosando por la imposibilidad de que los hijos (as) casados (as) puedan separarse del domicilio paterno.

A partir de la confirmación de este hallazgo, otros grupos de investigación están documentando la gama de consecuencias derivadas de las tensiones que genera esta situación de convivencia familiar forzada, en las que cada generación tiene valores y necesidades muy específicas, no necesariamente compartidas y hasta contradictorias. Las condiciones para todas las formas de violencia quedan así fundadas.

El problema económico más elemental es ¿quién paga la renta, el mantenimiento de la casa, los alimentos, los servicios y los gastos varios del cuidado de niños y ancianos?

No son pocos los casos en que este gasto se carga a la reducida pensión de los adultos mayores, ya sea ganada por los años en que fueron productivos o la otorgada por el gobierno federal como parte de sus programas asistenciales contra la pobreza.

Los paradigmas del esposo proveedor, de los hijos adultos que mantienen a sus padres mayores, de nietos que cuidan a sus abuelitos, “de casados, que casa quieren”, “de donde comen dos, comen tres” y de  matrimonios de adultos mayores que se entregan disfrutar de la paz y a suspirar de nostalgia por su “nido vacío”, van convirtiéndose en cosa del pasado.

Como en las crisis pasadas, seguramente la familia mexicana, encontrara la manera de  sacar lo bueno de lo malo y mantener su carácter de ser la institución fundamental de nuestra sociedad.