El negocio

Sergio Sarmiento

“Qué bien suenan una mala música y los malos argumentos cuando marchamos contra un enemigo”.
Friedrich Nietzsche

Admirable el negocio de las manifestaciones. Es ya costumbre ver desfilar estos contingentes por el Paseo de la Reforma con pancartas, elaboradas profesionalmente, y vestidos con camisetas distintivas de sus organizaciones, principalmente rojas o blancas.

Los líderes encabezan cada grupo y elevan su voz con megáfonos para dictar consignas que los demás manifestantes deben corear al unísono y con monosilábica cadencia: “El pue-blo uni-do ja-más se-rá vencido”, “Peña es-cucha, el pue-blo te lo exi-ge”. Los líderes también usan los megáfonos para explicar a los participantes por qué se están manifestando: “Lo que estamos haciendo, compañeros, es rechazar la privatización de la educación que nos quiere imponer el gobierno de Peña Nieto por órdenes de los grandes capitales extranjeros.”

Los costos de estas movilizaciones son importantes. Los participantes, que pueden ser decenas de miles como ayer, son trasladados desde lugares lejanos en autobuses fletados. Cada manifestante debe ser alimentado y provisto de agua o refrescos. Un día de marcha implica una jornada laboral más larga que la habitual, pero muchos obtienen una compensación adicional al sueldo. Los líderes tienen que invertir cantidades importantes en este negocio.

Pero al final es un buen negocio. Los líderes saben que a través de las marchas pueden obtener privilegios en dinero o tratos especiales. Los costos son una inversión para obtener un beneficio. Si los líderes siguen recurriendo a ellas es porque el negocio es rentable después de tantas décadas. Muchas de las reglas absurdas que tenemos en el país, como las plazas magisteriales que se compra o heredan, son parte de las “conquistas laborales” obtenidas con marchas.

El negocio de las manifestaciones depende fundamentalmente del Gobierno. La mayoría de los grupos son del Gobierno o buscan beneficios del sector público.

Sus integrantes siguen percibiendo sus sueldos aunque nunca se presenten a trabajar. Los recursos adicionales que obtienen proceden también del erario.

Por eso es importante que el Gobierno de Guerrero haya anunciado la decisión de retener los sueldos de los maestros de la CETEG que no se han presentado a trabajar desde hace dos meses y de desplegar a un grupo de 800 docentes para reanudar la enseñanza en las plazas abandonadas. Una medida de este tipo sí sería una amenaza de fondo para el negocio de las movilizaciones, pero todos sabemos que al final las autoridades terminarán pagando los sueldos retenidos, entregando cantidades adicionales a los líderes y retirando las denuncias penales contra quienes hayan cometido delitos. Las comisiones de derechos humanos, por otra parte, siempre estarán listas también para inhibir el uso de la fuerza pública en defensa de los ciudadanos.

El costo para la sociedad de este negocio es enorme. El contribuyente debe pagar el costo de los salarios no devengados y de los privilegios que se otorgan a líderes y militantes. También carga con las afectaciones directas por marchas y bloqueos. Muchos negocios han tenido que cerrar en Oaxaca y Chilpancingo, según los empresarios locales, por la asfixia económica generada por los grupos de presión. Ayer cientos de personas desesperadas tenían que correr de una estación a otra del Metrobús capitalino porque el servicio estaba suspendido por las marchas.

Twitter: @sergiosarmient4