Don Pancho y su pandilla
Observatorio
Antonio Rosario
El diputado Humberto Prieto Herrera se ha caracterizado por su lucidez política.
Entre otras destaca, con cierta ironía, que Ismael García Cabeza de Vaca no es tan importante como para modificar leyes a causa de su “influyente” personalidad.
No son por lo tanto estos infumables neopanistas el foco de las grandes deliberaciones del Congreso Local que se despide.
Tampoco lo serán de la Legislatura 66 que a unas cuantas horas hará de ese recinto parlamentario una “aplanadora morenista”.
“Aplanadora” de la que nadie deberá rasgarse las vestiduras.
No les queda ser hipócritas.
Ni que la vacada controlada allende el río Bravo nunca hubiese estado en esa posición cuando hicieron cera y pabilo a la entidad.
Que ahora Ismael García Cabeza de Vaca, Vicente Verástegui y Gerardo Peña se digan “conmocionados” por el novedoso contexto legislativo auspiciado por los morenistas, no debería confundirse con la profunda crisis que sufre el panismo.
Y sufrirá por muchos años.
Olvidaron, don Pancho y su pandilla, que la vida da muchas vueltas.
Que la gente y la naturaleza tienen muy buena memoria, más cuando en las historias se excluyeron políticas sociales de gran calado.
Esta pues no es una nota que describa venganzas contra quienes hicieron de Tamaulipas un territorio de grandes negocios y aparente gobernabilidad.
Es en todo caso un punto de vista manejado aún desde el lado oscuro de la luna donde nos tuvieron confinados los neopanistas de Reynosa.
Los que ahora se quejan amargamente de cómo los tratan los adversarios, que no olvidaron apostar a que si la ciudadanía está fuerte y renovada no es por el panismo neoliberal, sino por las transformaciones y los segundos pisos proyectados.