Enero y febrero, desviejadero

Gerardo Flores Sánchez

Según la Organización Metereológica Mundial (OMM), en febrero de 2012 el mundo estaba ante la mayor ola de frío de los últimos 26 años, que correspondió al año de 1986.

Si Ud. tiene más de 30 años, tal vez recuerde como 1985 abrumó a nuestra nación, primero con el terremoto del 19 de septiembre y luego con extremo frío del invierno 85-86. Cd. Victoria, tuvo banquetas convertidas en pistas de hielo y las fuentes mostraron bellas estampas de agua cristalizada. En la zonas altas del estado y en todo el norte de México el frío mostró tal rigor que empujó a los tarahumaras a refugiarse al fondo de las cañadas de su sierra. La población  rural perdió sus cosechas y sufrió gran mortandad de sus animales debido a las heladas, ventiscas y nevadas. En las localidades urbanas, los refugios implementados por los gobiernos recibieron a numerosa población vulnerable. Otra desafortunada consecuencia fue la pérdida de vidas humanas por congelamiento, hipotermia, por la complicación de infecciones respiratorias, por accidentes viales o por intoxicación con bióxido de carbono.

En diciembre de 2012 el hielo y la nieve llenaron el paisaje de Europa y Asia, especialmente China. Ahora en enero de 2013, los rigores del clima con temperaturas que varían entre 20 y 40 grados centígrados bajo cero, se han sentido principalmente en los países de Europa oriental, que han sufrido el bloqueo de los medios de comunicación y un inusual incremento de enfermos y defunciones relacionadas al frío polar-siberiano. Al mismo tiempo los países europeos occidentales disfrutan de un invierno más bien templado, como un claro ejemplo de que el cambio climático, con su variabilidad impredecible es un hecho irrebatible, pese a que algunos escépticos siguen afirmando que se trata de un cuento armado por las élites mundiales.

Entre los argumentos de estos disidentes, están precisamente la ocurrencia de estos crudos inviernos. ¿Cómo si nos estamos congelando, hay un calentamiento global? Para climatólogos que realizan investigaciones en largos períodos de tiempo (siglos y milenios), en base no sólo a los registros meteorológicos, sino además al estudio de los glaciales, de los anillos de especies longevas de árboles y de fósiles vegetales, lo que está ocurriendo es el preámbulo de otra glaciación, como la que permitió la llegada de los primeros humanos al continente americano por “puente congelado” en que se convirtió el estrecho de Bering.

Resulta entonces que el calentamiento global, la variabilidad climática, la emergencia de los fenómenos del Niño y de la Niña, las sequías, el incremento de la intensidad de huracanes y los rigurosos inviernos, pese a lo que parece, son un conjunto coherente del proceso de cambio climático global por el que transita nuestro planeta, cuyo curso avanzado ya no nos tocará ver a los adultos de hoy.

Para el Instituto Nacional de Ecología, en un informe de 40 años (1970-2010), la temperatura media anual (20.9 °C) se ha elevado 0.6°C en promedio; a partir de 1990 está aumentando de manera acelerada, elevando el promedio nacional a 28.4° C, con picos en los años 1995, 1998, 2007 y 2010. Pese al frío de que ahora afecta al país, concluye que a partir de 1990 la tendencia es hacia condiciones menos frías en promedio.

En ese diagnóstico Tamaulipas es de los más castigados en cuanto a calor, frío, heladas, huracanes y sequías. Según CONAGUA, aunque el 62.4% de los huracanes entran por el Océano Pacífico, los más intensos con  categorías H3, H4 y H5, llegan por el Golfo de México.

En conclusión, saque más cobijas, no guarde todavía las chamarras, siga estrictamente las recomendaciones del Dr. Norberto Treviño, secretario de Salud: proteja a sus ancianos y niños, vacúnelos a tiempo y cuídese Usted.

Tenga presentes los sabios refranes: “…enero y febrero, desviejadero” y “…febrero loco, marzo otro poco”. Pero al mismo tiempo vaya preparándose desde ahora para el calor del verano, seguros de que los tamaulipecos sabemos superar los rigores climáticos.