El consenso de Jacobo

Katia D´Artigues

¿Quién viaja con obama?

“Yo crecí viendo a Jacobo Zabludovksy en 24 horas, pero me gusta más el de De una a tres”, dijo ayer el presidente de la Cámara de Diputados, Francisco Arroyo Vieyra, tras que se le otorgara al periodista la medalla “Eduardo Neri, Legisladores de 1913” al mérito ciudadano.

Fue el único momento en que todos aplaudieron. El mismo Jacobo aplaudió y sonrió al escucharlo. También aplaudieron los moradores de las curules del ala a la izquierda del salón, donde está el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, quienes habían sido más bien rejegos con su reconocimiento, pero que ahí se quedaron, institucionales, aunque bufando a ratos como el diputado Manuel Huerta.

Aunque no es una frase que pudiera resumir una trayectoria de 70 años en prensa, radio y televisión, sí retrata la carrera de Zabludovksy, y de paso también del periodismo mexicano: Del control casi absoluto de los medios y los periodistas a la apertura que hoy vivimos —en unos lugares más, en otros menos— y que se refuerza con el acceso a redes sociales como Twitter y Facebook.

A sus 85 años, el mismo Jacobo lo dijo de manera elegante al agradecer el premio.

—En la expresión de mi gratitud alienta el reconocimiento a quienes propusieron y apoyaron mi nombre, pero también a quienes no coincidieron o al abstenerse demostraron la madurez de un México plural en que priva el respeto a las opiniones diversas y la decisión unánime o mayoritaria es aceptada por toda la asamblea.

Se sabe un símbolo de lo que fue una generación que ejerció el periodismo “de los controles absolutos”, pero que ahora ejerce con “libertad irrestricta”. Las comillas son suyas.

También sabe que eso es un proceso democrático del que le ha tocado ser testigo privilegiado. En su discurso lo mismo criticó la concentración del poder de los medios en unas cuantas personas (nunca mencionó a la familia Azcárraga, a pesar de que trabajó 55 años en Televisa) que resaltó la importancia de la reforma educativa poniéndose como ejemplo: Jacobo es el hijo de un familia que llegó a México sin dinero, sin hablar español, con otra religión y sin embargo estudió en escuelas laicas, públicas y gratuitas hasta que se tituló en la UNAM, su otra casa, de la cual nunca se ha ido.

Ahora, al regreso del PRI al Gobierno, él es el primer galardonado con esta presea y Silvano Aureoles, coordinador perredista, al final de la sesión solemne, se levanta de su curul y va a felicitarlo. “Aunque me regañen”, dice en corto y en broma —que siempre tiene algo de verdad—.

Es más: tardó al menos 20 minutos en salir del salón de sesiones. ¿Por qué? Eran los mismos diputados quienes lo detenían en el pasillo central para sacarse fotos con él.

A unos pasos —sin que jamás la perdiera de vista— estaba Sarita, su esposa, con quien cumplirá 60 años de casado el próximo 14 de agosto. Una mujer que es su amor y su socia, como le dice. Con quien tuvo a sus hijos Abraham, Diana y Jorge; 10 nietos y un bisnieto. Y que lo acompañó a cada transmisión de 24 Horas durante años. Él daba las noticias; ella tejía.

“Ahí traigo, por cierto, mi tejido en el coche”, dice Sarita cuando se lo recuerdo tras dar, ella, una breve entrevista al Canal Judicial, en donde se dijo muy feliz por el premio a su esposo (que es, también, un mucho suyo).

Desde ayer “La Bestia” ya está en México. Así llaman al automóvil en el que se mueve —en cualquier parte del mundo— el presidente Barack Obama, quien mañana inicia una gira de trabajo a México.

La agenda está cargada. A diferencia del Gobierno pasado, esta vez quieren que no se centre en temas de seguridad, aunque ayer —qué casualidad— justo atraparon a Inés Coronel, suegro del ya mítico Joaquín “El Chapo” Guzmán, el delincuente más buscado y ex integrante de la lista de “Forbes”.

Al suegro, informaron en conferencia de prensa, le intentarán fincar delitos contra la salud —cultivo y trasiego de mariguana— y no sólo portación de yerno incómodo, por cierto.

Ya habrá tiempo para hacer crónica de la visita de Obama y sus resultados, pero por lo pronto unos detalles de su viaje:

—Obama viaja con al menos 100 agentes del servicio secreto, por seguridad.
—En total son unas mil personas quienes viajan con él (promedio entre avanzada y acompañantes de todo tipo)

—Además de su propia limusina (La Bestia, que en realidad son dos, por lo menos para que no se sepa en cual va) también trae su propia agua y central telefónica. En La Bestia hay un depósito de sangre lista para transfusión y está blindada hasta contra ataques bioquímicos.

—No sólo llega con el Air Force One (avión presidencial), sino con al menos otras cinco aeronaves de pasajeros y de carga. Y es que también tiene su helicóptero —uno o dos—, por si se le ofrece.

¿Es usted funcionario de primerísimo nivel del gobierno y pedía prestadas las aeronaves a cargo del Estado Mayor Presidencial? En la edición online de esta columna le presento una mala noticia para usted, además de un “Consultorio Político” para Humberto Benítez Treviño.

katia.katinka@gmail.com