¡QUEDAMOS A MANO COMPADRE!

Ramón Durón Ruiz

Para el viejo Filósofo de Güémez el humor es un arte de vida, un alto oficio de la palabra, que bien manejado, sin estridencias, ni obscena picardía, genera una simbiosis en quien lo disfruta, un placer en tres vías paralelas: la que proviene de los sentidos, la que brota del intelecto y la que nace del corazón.

Cuando vives el humor con tus cinco sentidos, reconoces el poder de la armonía del universo, aprendes a mirar el milagro del nuevo amanecer más allá de lo que la vista te provee, lo ves también con el sentido de la vida, con el poder y la fuerza que emana de tu corazón.

El humor, para que dispare el resorte de la risa, ha de tener como ingrediente la sorpresa, además de ser nada sofisticado, debe ser simple e inesperado, en sí mismo va contra la lógica, haciendo que tu pensamiento se mueva de un lado a otro, de lo lateral a lo lineal, atrayendo a ti una percepción holística de tu mundo, en el que la interacción del todo rebaza la suma de las partes.

El humor viene desde los albores de la humanidad, el hombre de las cavernas muy pronto se dio cuenta del poder que la risa generaba en su existencia, con una sana recompensa, un fuerte equilibrio y un higiénico balance que con su poder, le daban una impresionante expansión y armonía de su mente y alma.

Sin duda alguna que la evolución del hombre, va íntimamente ligada a la flexibilidad del pensamiento que el humor trae consigo, es un estallido de lo diverso que lleva al ser humano a no sólo racionalizar la vida, también darse permiso de fluir con ella y vivirla.

Pero gozar del poder que genera el buen sentido del humor y su exquisito fruto: la risa o una agradable sonrisa, –que como constructivo mecanismo de escape de emociones reprimidas, es un bien personal y una necesidad social– por una parte te aleja de la hiperseriedad y por otra te conduce a potencializar tú ser, y ello a ir más allá de vivir… trascender.

La vida, como el teatro, se da en dos extremos, que no son antagónicos sino complementarios, el drama y la comedia, uno es necesario, el otro indispensable, ambos le dan un alto grado de vitalidad al ser humano y a la cultura.

El humor trasluce lo lúdico que llevas dentro, saca el niño interior… ese que reprimes por la hiperseriedad que el mundo exige en sociedad. Es una terapia natural que sana los procesos intrasiquicos pendientes de resolver, te ayuda a soltar las emociones negativas reprimidas; que te socorre para entender la fenomenología que hay detrás de los problemas, además te reencuentra con tus motivaciones inconscientes.

Muchas enfermedades son de origen psicosomático, es decir, producidas por emociones negativas que guardas –miedo, odio, resentimiento–, por ello creo en el poder del humor, que al ser un intercambio de energía positiva con el universo, enriquece las emociones de bienestar y te ayuda a liberarte de tus miedos, y al hacerlo, saber que puedes reencontrarte contigo mismo y con la grandeza para la que fuiste creado.

El impulso del humor es una metáfora que te dice, que a pesar de la adversidad y del dolor… ¡la vida continúa!, por eso hoy aprende a tener la capacidad de descubrir y disfrutar, cada minuto los milagros que diariamente Dios tiene para ti, para que en una concatenación perfecta en la línea del tiempo, recuerdes que no estás vivo por casualidad, sino para dejar una huella de amor, para gozar de la felicidad a la que por derecho propio puedes accesar.

A propósito de buen sentido del humor, el Filósofo charlaba en la plaza del pueblo con el Simpliano cuando llega el Virulo y le dice:

Compadre: quiero decirle una cosa, si yo le dijera que ayer después de terminar la carne asada con motivo del cumpleaños del jefe, la hormona del placerme invadió todo mi ser y por más que la quise frenar me gano… ¡y me acosté con su vieja! ¿Quedamos de enemigos?

No compadre, ¡no me diga eso por favor!

Entonces… ¿quedamos como amigos?

No compadre, tampoco.

Entonces… ¿Cómo quedamos?

¡Quedamos a mano, compadre!

 

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