Gerardo Flores Sánchez

La tragedia ocurrida en Brasil, al incendiarse una discoteca de la ciudad de Santa María, en el estado de Río Grando do Sul, obligó a Dilma Rousseff, presidenta de esa nación a precipitar su retiro de las actividades que tenía programadas en el cierre de la Cumbre Celac-Unión Europea, que se realizó la pasada semana en Santiago de Chile.

La tragedia causó la muerte por asfixia y quemaduras a 233 personas y dejó heridas a otras 106, en su mayoría jóvenes universitarios que festejaban en ese local su fin de cursos. y 106 heridos, informó la Presidencia.

En la tarde del pasado domingo, acompañada por sus ministros de Salud, Educación, Desarrollo, Industria y Comercio y Derechos Humanos; dio instrucciones de ayuda a los heridos y apoyo a los deudos; visito a algunos que estaban internados en el hospital de la Caridade y a las personas que fueron a reconocer los cadáveres de sus familiares en el Centro Deportivo. También  dirigió un dramático mensaje al pueblo brasileño y decretó duelo nacional, con las banderas de las sedes de los tres poderes izadas a media asta.

Como sucede en todas las grandes tragedias, la nación no sale aún de su estupor, desconcierto e ira, sobre todo cuando las primeras investigaciones van revelando que la puerta principal del local estaba cerrada en el momento que se desato el incendio, debido a que, según algunos sobrevivientes, los guardias de seguridad de la discoteca impidieron la salida de los jóvenes para que no se fueran sin pagar, quedando libre un solo acceso por el que presas de pánico intentaban salir las más de dos mil personas que se encontraban en ese local. Otro dato provocador es que la discoteca tenía un sobrecupo del 100% y no contaba con los permisos y revisiones de seguridad establecidas.

Como ocurrió en la Cd. de México, en el año 2000 con el incendio de la discoteca Lobohombo  donde murieron 22 personas; más tarde con el de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, donde resultaron fallecidos 49 niños y 76  heridos; y luego en el 2011, con el incendio provocado en el Casino Royale de Monterrey, donde murieron 52 adultos mayores, las investigaciones de este tipo de tragedias donde están implicados personajes e intereses poderosos, son tortuosas, confusas, con descubrimiento de todo tipo de irregularidades, llenas de dolor para las víctimas, y finalmente con impunidad para los culpables fundamentales.

Ojalá que en el caso de esta desgracia ocurrida Brasil, que ya captó la atención e indignación del mundo, se tomen medidas al mismo nivel, porque desde México hasta China existe una abultada estadística de incendios similares en muchos países.

Sí por lo menos sucediera como dice el refrán: “muerto el niño tapan el pozo”. Pero es frecuente que ni así se aprende la lección y se continúa sin adoptar en la práctica normas para que definitivamente no vuelvan a ocurrir.

Un caso muy cercano y reciente es el del incendio que destruyó una maquiladora en Cd. Victoria. En ese mismo día se incendio también una bodega abandonada que precisamente estaba junto a una guardería. Los dos eventos ocurrieron de noche y en vacaciones. Imagínese Ud. si hubieran ocurrido en el horario diurno-vespertino, en días hábiles y con personas en esos establecimientos. ¿Verdad que sí urge hacer algo?

Por ello, lo que ahora causa tanto sufrimiento a los brasileños, nos toca y compromete personalmente a todos, especialmente los que tenemos hijos adolescentes. Se requiere que la protección de riesgos de incendio y la vigilancia de los centros de cuidado, estudio, trabajo y esparcimiento sean puestas como prioritarias entre las tareas de gobierno y de las instituciones responsables de ello.

Mientras tanto, no eche en saco roto lo sucedido y cuídese Ud. mismo y a sus familiares, revisando con ojo crítico la seguridad de los lugares donde vaya a permanecer un tiempo considerable.