Rodrigo Duterte, la evolución del hombre fuerte de Filipinas

Oriundo de una familia privilegiada y convertido en un político populista, el presidente de Filipinas impulsa una guerra contra las drogas tras admitir que ha abusado de ellas. Y su obsesión con la muerte ha convertido su visión violenta en política nacional. ¿Qué marcó su carrera?

Por RICHARD C. PADDOCK | CIUDAD DE DÁVAO, Filipinas — El presidente Rodrigo Duterte disfruta al proyectar la imagen de asesino y salvador. Se jacta de matar criminales con sus propias manos. A veces, hace llamados para cometer asesinatos en masa.

Al hablar de los drogadictos que, según él, están destruyendo a Filipinas, dijo: “Con gusto los asesinaría”.

Desde hace mucho tiempo, Duterte y sus amigos han coleccionado anécdotas de sus sádicas hazañas, como arrojar a un narcotraficante desde un helicóptero y, a punta de pistola, obligar a un turista que violó una prohibición de fumar a que se comiera la colilla de su cigarrillo.

Es la imagen de matón que Duterte cultiva.

Si es verdad lo que dice —los asesinatos que afirma haber cometido son imposibles de verificar— entonces ha convertido en política nacional su visión sangrienta. Primero como alcalde y ahora como presidente de Filipinas ha alentado a la policía y a grupos de justicieros para que maten a miles de personas con impunidad.

Mientras la justicia draconiana y su actitud soez han hecho que se le repudie de manera generalizada, fuera de Filipinas, un vistazo a su ascenso al poder y entrevistas con personas de su confianza revelan a un hombre de múltiples contradicciones.

“Violencia en la casa, violencia en la escuela y violencia en el barrio. Por eso siempre está enojado”.

EMMANUEL DUTERTE, HERMANO DEL PRESIDENTE FILIPINO

Se ha enemistado con muchas personas por sus comentarios escandalosos y su comportamiento irracional, pero sigue siendo muy popular. Es un soldado antidrogas, pero él mismo ha luchado con la adicción. Creció en un entorno privilegiado, pues es el hijo de un gobernador provincial.

Por su mala conducta, su madre lo azotaba tanto que desgastó su fusta, cuenta su hermano Emmanuel. En la escuela parroquial, los sacerdotes jesuitas lo golpeaban con bastones y, según el presidente, uno de ellos lo acosó sexualmente. En su adolescencia, se le conocía como un alborotador callejero.

“Violencia en la casa, violencia en la escuela y violencia en el barrio”, dijo Emmanuel Duterte. “Por eso siempre está enojado. Si sufres cuando eres joven, estás enfadado todo el tiempo”.

Una evaluación psicológica realizada al presidente en 1998, durante la anulación de su matrimonio, concluyó que tenía un “trastorno narcisista de la personalidad” y una “tendencia generalizada a degradar, humillar a otros y violar sus derechos”.

Sin embargo, su exesposa hizo campaña para su candidatura presidencial del año pasado, pese a que se encuentra enferma.

Ese acto de devoción apenas revela la paradoja de Duterte. Detrás de esa caricatura brutal, según entrevistas con decenas de amigos, familiares, aliados y críticos, existe un hombre que puede ser encantador y simpático. Tiene muchos amigos leales y su punto débil son los niños enfermos.

Se dice que como alcalde de la ciudad de Dávao ayudaba a las personas necesitadas dándoles un fajo de efectivo que sacaba de sus bolsillos. Para muchos, sus bromas vulgares solo ensucian su buena fe como hombre del pueblo. Cuando se presenta en público siempre está rodeado de fieles admiradores.

Sin embargo, los cuerpos se han ido acumulando. Desde que Duterte asumió el poder en junio pasado y declaró una “guerra” contra las drogas, tanto policías como asesinos desconocidos han matado a más de 3600 personas, según la policía, principalmente en los barrios marginales de las ciudades filipinas. Algunos han dicho que la cifra supera los 7000.

“Puede que la historia me recuerde como un carnicero”, reconoció en enero.

En menos de nueve meses, ya superó la cifra de muertos del presidente Ferdinand Marcos, cuyas fuerzas asesinaron a unos 3,300 opositores políticos y activistas durante su gobierno de veinte años.

Sin embargo, el enfoque de Duterte de usar pandillas para combatir el crimen y las drogas le ha valido el cariño de los filipinos que han sufrido altos índices de delitos violentos y lo ven como un cambio refrescante respecto de la élite que ha gobernado este país durante gran parte de las últimas tres décadas.

La disonancia entre la imagen del gentil y cariñoso abuelo, y el brutal dictador que derrama sangre en las calles es solo uno de los muchos rostros de este presidente que dice representar al hombre común, pese a haber nacido en la élite y vivir rodeado de violencia.

Joven armado y enojado

Duterte creció en la ciudad de Dávao, en el sur de Filipinas y muy afectada por la guerra; era el hijo mayor del gobernador de la provincia de Dávao.

De adolescente se juntó con los chicos más rudos, se involucraba en peleas y aprendió las expresiones groseras que utiliza. A los 15 años, ya llevaba una pistola, dijo su hermano.

Su comportamiento era obviado por las autoridades debido a su estatus, según cuentan sus familiares. “Se sabía que era el hijo del gobernador”, señaló su hermana mayor, Eleanor.

Su padre le dijo que, como siempre se metía en problemas, ahorraría dinero si se convirtiera en su propio abogado, según su hermano Emmanuel. Rodrigo fue a la facultad de leyes y en su último año disparó e hirió a un compañero al que acusó de maltrato. Duterte se graduó y se volvió fiscal.

“Necesita manejar su enojo”, dijo Emmanuel.

En los ochenta, su madre encabezó marchas frecuentes contra el gobierno dictatorial de Marcos. Tras la expulsión del dictador, la presidenta Corazón Aquino le ofreció el puesto de vicealcaldesa de Dávao. Ella le pidió que Rodrigo fuera nombrado en su lugar, dijeron amigos y familiares.

Dos años más tarde, en 1988, se postuló como alcalde y ganó; así comenzó una racha que todavía le dura: nunca ha perdido una elección.

El escuadrón de la muerte de Dávao

Poco después de convertirse en alcalde, los sospechosos de crímenes empezaron a aparecer muertos en las calles de Dávao.

Duterte y sus simpatizantes han negado la existencia de un escuadrón de la muerte en la ciudad de Dávao. Sin embargo, en septiembre, Edgar Matobato, de 57 años, le dijo a un comité del senado que trabajó como asesino en el escuadrón durante 24 años y asesinó a unas 50 personas.

“Todos los asesinatos que cometimos en la ciudad de Dávao, ya fuera que enterraran los cadáveres o los arrojaran al mar, fueron pagados por el alcalde Duterte”.

ARTHUR LASCAÑAS, EXPOLICÍA Y PRESUNTO LÍDER DEL ESCUADRÓN DE LA MUERTE DE DUTERTE

En una entrevista con The New York Times, Matobato dijo que el escuadrón de la muerte fue fundado en 1988 en un almuerzo al que asistió en el antiguo Hotel Menseng con Duterte, varios oficiales de policía y otros seis reclutas. Se les dijo que su trabajo era cazar criminales.

Un oficial de policía les pasó una cesta cubierta y cada recluta sacó un arma de ahí. Matobato consideró que fue buena suerte sacar una .45.

“El único que podía comandar el escuadrón de la muerte de Dávao era el alcalde Duterte”, le dijo a The New York Times. “Si había una orden de matar, debía contar con su autorización. Sin sus órdenes, no matábamos a nadie”.

En febrero, el expolicía Arthur Lascañas, de 56 años, confesó haber liderado el escuadrón de la muerte. Dijo que recibía las órdenes de matar directamente de Duterte y que había asesinado a 200 personas.

“Todos los asesinatos que cometimos en la ciudad de Dávao, ya fuera que enterraran los cadáveres o los arrojaran al mar, fueron pagados por el alcalde Duterte”, dijo.

De las más de 1400 personas que se cree que fueron asesinadas por el escuadrón de la muerte, al menos uno no era sospechoso de un crimen. Jun Pala, periodista y crítico declarado de Duterte, fue asesinado cerca de su casa en 2003.

Lascañas dijo que el alcalde había ordenado el asesinato y que él ayudó a llevarlo a cabo.

Duterte nunca se ha referido directamente a las acusaciones de Matobato o Lascañas, y rechazó ser entrevistado para este artículo. Después del testimonio de Matobato, Duterte acusó a la senadora que encabezó el comité de recibir pagos por parte de capos de la droga. Fue arrestada y encarcelada el mes pasado.

‘Un hombre sencillo’

Convertirse en presidente ha sido un cambio para Duterte, quien tiene 71 años. Durante meses, todavía se consideraba alcalde y a menudo se hacía llamar así.

Prefiere ir a su casa a la ciudad de Dávao en lugar de quedarse en el extenso complejo del palacio presidencial en Manila. En una tierra notoriamente corrupta, donde los funcionarios de gobierno viven como reyes, él ha vivido durante décadas en la misma casa modesta de dos pisos a la que hace poco le instaló aire acondicionado.

Pomilda Daniel, una vecina, dice que es “un hombre sencillo”. Dijo que Duterte una vez vio una televisión nueva y grande que había comprado y le preguntó si podía quedársela cuando se descompusiera para poder arreglarla y usarla.

Sin embargo, cuando descubrió que los niños no tenían televisores durante una visita a la Casa de la Esperanza, un centro de tratamiento del cáncer infantil en Dávao, regresó el mismo día con nueve televisores y los instaló, dijo Mae Dolendo, una oncóloga pediátrica que dirige el centro.

“Es muy compasivo”, dijo. “Hemos tenido presidentes que se comportaban como esperábamos que los presidentes se comportaran, pero no han resuelto los problemas del país. Él no es perfecto. Dice groserías. Pero hace las cosas”.

Duterte no ha presentado a una primera dama de manera oficial y se jactó durante su campaña de que tenía dos esposas y dos novias. Más tarde, dijo que le debería dar un premio a Pfizer por haber creado el Viagra.

En 1973, se casó con Elizabeth Zimmerman, una exazafata, después de cortejarla durante un mes. El matrimonio duró hasta el año 2000, cuando fue anulado.

The New York Times obtuvo una copia de la evaluación psicológica de Duterte que se realizó para la anulación, la cual se basó en un examen a Elizabeth Duterte y no es un diagnóstico.

Además del hallazgo de narcisismo, en ella se le describió como un “obsesivo del control” y un mujeriego que comenzó a tener aventuras poco después de casarse, alardeando sobre su infidelidad al llevar sus novias a los actos públicos.

Mientras todavía estaba casado, Duterte conoció a Cielito Avanceña, una adolescente que participaba en un concurso de belleza y se hace llamar Honeylet. Ella es 25 años menor que él. La ha descrito como su segunda esposa, aunque nunca se casaron.

Elizabeth Duterte y Cielito Avanceña se negaron a ser entrevistadas.

El otro problema de drogas de Duterte

Quizá parte del comportamiento impredecible del presidente proviene del dolor constante que sufre y de su uso de narcóticos para tratarlo. Duterte se ha hecho de una carrera política en la lucha contra las drogas, pero en diciembre reconoció que había estado abusando del opioide fentanilo, la poderosa y adictiva droga que mató a Prince.

Duterte comenzó a usar fentanilo para tratar el dolor de espalda y las migrañas ocasionadas por una lesión en la columna vertebral, al parecer resultado de un accidente de motocicleta que sufrió hace unos años.

Su médico le recetó un cuarto de parche de fentanilo para la piel, dijo el presidente, pero él comenzó a usar un parche entero cada vez. Cuando su médico descubrió eso, le ordenó que dejara el medicamento.

“Me dijo: ‘Detente. Lo primero que perderás es tu capacidad cognitiva’”, relató el presidente. “’¿Sabes? Estás abusando de la droga’”.

Duterte no ha dicho públicamente cuándo comenzó a usar fentanilo o si ya no lo hace. En diciembre, negó ser adicto.

Su energía y cabello sin canas no muestran su edad, pero sus aflicciones le han cobrado factura. Ha faltado a varios eventos públicos por enfermedad y en algunos discursos ha sugerido que no vivirá para cumplir con su mandato de seis años, sin explicar por qué.

Hace décadas, Duterte se enteró de que tenía dos enfermedades, esófago de Barrett y enfermedad de Buerger, lo que hizo que dejara de beber y fumar. Como alcalde, impuso una estricta prohibición pública de fumar y ahora considera implantar una medida similar en todo el país.

No le gusta ser interrogado sobre su salud. Después de que un reportero le pidiera su informe médico, reprendió públicamente al periodista y le preguntó: “¿Cómo es la vagina de tu esposa?”.

Lengua suelta

Los comentarios escandalosos de Duterte dejaron a muchos con la impresión de que está desquiciado.

Dice que Dios le habla y que lo hizo presidente de este país mayoritariamente católico. Él mismo se ha comparado con Hitler. Utilizó un término que se traduce como “hijo de puta” para describir tanto al papa Francisco como al expresidente Barack Obama.

Antonio Trillanes, un senador, recordó que cuando se reunieron en 2015 para hablar sobre una alianza política, Duterte solo quería hablar de la gente que había matado y “cómo los cerebros estaban salpicados por todos lados, al estilo pandillero”.

Parece que Duterte nunca ha cuestionado su propuesta de que dispararle a la gente en la calle es el mejor remedio para el crimen y la adicción.

“Tengo mi propia filosofía política”, dijo hace poco. “No destruyas mi país, porque te mataré”.

En vez de decirle presidente, Trillanes usa otro término para referirse a él: asesino en masa.

Alain Delaquérière colaboró en este reportaje.