México, un Estado fallido

Francisco Javier Soler | Bastó que la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) comenzara sus giras internacionales para meter a otros países en los asuntos de Venezuela para dar inicio con ello a un nuevo ciclo intervencionista desde la OEA. Los gringos los mandaron y armaron la comparsa. Y ahora un país como México viene a imponer «instrucciones» al gobierno de Venezuela en democracia y derechos humanos.

México está desmeritado absolutamente para referirse a cualquier país del mundo en democracia y DDHH. Cualquier apreciación que venga de un gobierno del PRI es aberrante, un absoluto sinsentido y sólo podría considerarse como un acto artero y tendencioso de injerencia al hacer referencias sobre Venezuela.

Para juzgar el desenvolvimiento de México en esas materias seremos amables y usaremos el informe denominado «Situación de Derechos Humanos en México» de 2015, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), instancia claramente alineada a los EEUU desde la cual nunca hay opinión alguna sobre el estado de la democracia y los DDHH en ese país, así como también otras fuentes ilustrativas.

La tragedia mexicana en algunas cifras y datos duros

Uno de los párrafos del mencionado informe de la CIDH señala: «México atraviesa una grave crisis de violencia y de seguridad desde hace varios años. Durante el gobierno del ex presidente Felipe Calderón y el inicio en el 2006 de la llamada ‘guerra contra el narcotráfico’, las graves situaciones de violencia aumentaron hasta alcanzar niveles alarmantes». El saldo de vidas humanas de la situación de México y su Estado fallido puede simplificarse de la siguiente manera: según cifras del mismo sistema de seguridad y justicia mexicano, desde enero de 2007 a agosto de 2015 unas 151 mil 233 personas fueron asesinadas en México y en septiembre de 2015 «el Estado mexicano reportaba 26 mil 798 personas ‘no localizadas’ o desaparecidas a nivel nacional», cuestiones que han servido para que México fuera declarado por muchos entendidos en la materia como «una gran fosa común».

Reza también el informe de la CIDH: «La desaparición forzada de 43 jóvenes estudiantes de la Normal Rural ‘Raúl Isidro Burgos’ en el estado de Guerrero, el 26 y 27 de septiembre de 2014, hechos en los que también resultaron heridas y asesinadas otras personas, constituye una grave tragedia en México». Sin que hasta ahora se dé con el paradero de los desaparecidos, pues «los hallazgos por los familiares de fosas con decenas de cadáveres resaltan que son ellos quienes ante la inoperancia del Estado, han asumido la búsqueda de sus seres queridos, mientras que las autoridades no cumplen con su deber de investigar, encontrar, identificar y entregar a las víctimas con debida diligencia como corresponde», reza el informe.

Según la CIDH «en los últimos años han tenido lugar incidentes trágicos de violencia con participación de agentes del Estado», la cifra estimada es de unas 432 personas asesinadas por el Gobierno «sin que haya investigaciones en estos casos». Señalan que, «por otro lado, la práctica de la tortura es alarmante en México. El Estado mexicano informó que la Procuraduría General de la República contaba, al mes de abril de 2015, con 2 mil 420 investigaciones en trámite sobre tortura, y que existen sólo 15 sentencias condenatorias por este delito a nivel federal».

Otro tema importante a señalar es la violencia selectiva contra la prensa, periodistas y medios de comunicación. Así lo evidencian cifras oficiales: de acuerdo con la Fiscalía para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle), en algo más de seis años -de julio de 2010 al 31 de diciembre de 2016- se registraron 798 denuncias por agresiones contra periodistas. Pues bien, de esas 798 denuncias, de las cuales 47 fueron por asesinato, la Feadle informó en respuesta a una solicitud de transparencia que sólo tiene registro de tres sentencias condenatorias: una, en el año 2012; y otras dos en 2016. Equivalente al 99.7% de las agresiones que no han recibido una sentencia.

En otra materia inherente a la democracia, el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH, también alineado a los EEUU) ha publicado varias alertas sobre «fraude electoral masivo» abiertamente practicado en México, considerándose al sistema electoral mexicano como uno de los «menos transparentes, efectivos y confiables» del continente, por la «multiplicidad de delitos y proliferación de la impunidad en instancias de arbitraje electoral». Es un hecho que las últimas dos elecciones presidenciales fueron consistentemente denunciadas como fraudulentas por desfavorecer a Andrés Manuel López Obrador.

México no tiene legitimidad para hablar de Venezuela

Sin brindis de esposas en el extranjero, sin aparición de políticos de la derecha, sin la aparición de ex presidentes, poco se habla de la existencia de presos políticos en México. Según el Comité «Nestora Libre», una coordinadora de la lucha social en México, «el presidente Enrique Peña Nieto está llenando las cárceles de presos políticos, ya que en lo que va de su administración han sido encarcelados más de 350 luchadores sociales de estados como Michoacán, Guerrero, Puebla, entre otros». La cifra además se acerca a la de 395 «presos políticos y de conciencia» que son catalogados así por la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh), que en su lista tienen catalogados además a un conjunto de personas que reportan como «detenidas» pero que también cuentan con estatus de «desaparecidos», pues por su paradero no responden las autoridades mexicanas.

México es un Estado fallido y servil

El gobierno mexicano se inscribió en la línea del Consenso de Washington para alinearse con el pseudo informe de Luis Almagro que apunta a una aplicación de la Carta Democrática Interamericana contra Venezuela. Como camino alternativo, ha «ordenado» al gobierno venezolano a cometer actos espurios contra las instituciones y leyes locales, como la «liberación de presos políticos» cuando en realidad los agentes de la guarimba tienen la categoría de políticos presos.

Por otro lado se ha transitado por el camino de la injerencia en ordenar la realización de unas «elecciones generales en los próximos 30 días» en Venezuela, mecanismo que no existe contemplado en la Constitución venezolana y que no está consagrado de ninguna forma como solución política a los grandes problemas nacionales. México, el país donde ni siquiera existe la figura de referéndum revocatorio de mandato, le ordena a Venezuela a aplicar mecanismos paraconstitucionales para que su democracia sea creíble.

El gobierno de México cruza la línea con respecto a Venezuela, exhibiendo su incongruencia. No están calificados para sugerir ni mucho menos ordenar directrices en materia de democracia y DDHH a ningún país, menos aún a Venezuela, pues las propias tragedias en esas materias en México, como la ausencia de una política exterior autónoma y que se ha sometido históricamente a la institucionalidad de Washington, dan cuenta de manera exacta de la existencia de un Estado fallido al sur de Texas.

El Estado mexicano, alineado en una operación de tenazas en el frente externo contra Venezuela, lidia al día de hoy con una dirección ejecutiva bajo el mando de una de las figuras más deslegitimadas de la política mexicana. Sólo un 12% de la población mexicana apoya a Enrique Peña Nieto de acuerdo a un sondeo del Grupo Reforma, y este es un factor a considerar, pues en el sótano de la legitimidad política «el presidente que no sabe leer» sigue bastante lejos de estar políticamente facultado para referirse al gobierno de Nicolás Maduro o de cualquier otro líder regional.

Sumergidos en una espiral profunda de denuncias de corrupción e indolencia total por su pueblo, la institucionalidad mexicana está toda en entredicho. Han convertido su sistema político en una desgraciada y mediocre telenovela mexicana, agotando todos los guiones, con actores refritos y con los resultados dramáticos de una trama fácilmente predecible: un sistema político que se agota gobierno tras gobierno, que se desgasta, que se hunde centímetro a centímetro cada día.

Cosas que distan mucho del modelo político venezolano que se reinventa de manera consistente y dinámica, y que ha redimensionado formas del poder político que son imposibles al día de hoy en la nación de los tacos, las rancheras y el fabuloso tequila. Vaya vigencia de la frase aquella: «México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos». Y para colmo de males, ahora dirigidos por el presidente más mediocre de la historia mexicana.