Zedillo en las multinacionales y Fox, grosero

“… ¿Dónde está tu hijo?
¿Qué hijo?
Sóltame. Las dos hablábamos bajo.
Tu hijo. Sabés bien de lo que te hablo…”
Mariana Enrique – Las Cosas que Perdimos en el Fuego

Regino Díaz Redondo | Leo por ahí una carta firmada por treinta y cinco sociólogos, psiquiatras y trabajadores sociales en donde afirman que “Trump sufre una grave inestabilidad emocional que le hace incapaz de servir seguridad como presidente”. Lo que en español (castellano) de Ávila, significa que estamos en un punto de arranque de un señor que nos puede mandar vestidos y al cielo a todos…. y a todas.      

Desde que tomó posición, Donald, ganador de las elecciones en EU, es objeto de rechazo por las amenazantes declaraciones que hace a diario y propugna el miedo y un cataclismo si toca un botón de más allá que la sensatez requiere.      

Con la mano en alto, siempre en alto, Trump no tiene escrúpulos y se cobija siempre en la sombra bien oscura que emite con ademanes de gladiador: “Ustedes y yo, haremos una nación que devuelva a América su valor. Me empañaré en que América vuelva a ser grande otra vez”.
A esta soberbia y engreimiento une sus gestos de caudillo y la emprende con quien tiene al lado, cerca o lejos, como en el caso del primer ministro de Australia a quien colgó el teléfono durante una charla que iba a ser amistosa y bienaventurada. Loco, el hombre no está, pero sus sueños utópicos son impracticables porque formamos una civilización pensante y sensible.
La lucha y la victoria de este empresario hicieron que se decidiera a ser candidato a la Casa Blanca. Perdió el piso, se descontroló y le revolvieron las neuronas que, seguramente, ya piden esquina para bajarse del autobús trumpiano.
Sus juicios no tienen futuro. Sólo van acompañados de ridiculeces. En su boca, el ridículo es lo de menos. Todo lo enviará por Tiwtter (140 caracteres) y los programas de gobierno serán conocidos, si lo trae, a través de la televisión.
Ahora, en su sofisticado lenguaje político, estremece a los demás y se cree inmune. Nada más lejos de ello. Los países empiezan a sentirse molestos por sus grandilocuencias y el aire histriónico que le caracteriza.
Nadie duda que Donald viajó (y quizá viaje si le permiten los hombres de negro que ya le cantaron las cuarenta). Es imprescindible que los asesores que no se ven, lo domestiquen y le impidan decir tantas tonterías que pueden desembocar en una catástrofe. Nunca antes se escuchó tal grado de fanatismo y de estropicio. Sus palabras siembran miedo en los pusilánimes y cortos de mente. Trump grita sus sandeces y los ciudadanos, todavía, mantienen que este es el inicio de una ola que controlará, más y más, a las naciones en desarrollo.
Insiste en levantar el muro de México, sigue con su racismo árabe “porque son terroristas”; advierte a la OTAN que si los países que la conforman no aportan más dinero, él se encargará de hacer lo mismo para que se debiliten las defensas de un organismo tan fundamental.
Señor presidente: cuide sus palabras porque usted puede ser el que encaje las consecuencias, la sociedad occidental no lo soporta y ya comienza a aborrecerle. Pese a que sus palabras excitan a los extremistas, la derecha se mantiene a la expectativa, no vaya a ser que el golpe que envíe tenga un giro transversal.
Los grupos, aún menos, están convencidos que el camino del ku-klus-klan, y otras asociaciones secretas, mantienen viva la llama del racismo y de la supremacía del hombre blanco.
Va mal (señor, sí señor). Escuchamos, a todas horas, sorprendidos, el enaltecimiento de la patria, convertida ahora, por su culpa, en adversaria y recelosa de lo que se avecina. Sostiene usted, señor presidente, que volverá a proteger como merecen a sus compatriotas, reforzará a países que lo merecen y no a los ciudadanos de los países protectores de la droga que tanto mal hacen a su territorio.
Aumentó la producción de armamento bélico y sus beneficiarios, entre ellos el ex ministro Pedro Morenés, se benefician y aplauden, satisfechos, el surgimiento de otras guerrillas que nos pueden llevar a la desaparición.
“Make América great again”… es la frase que repite sin pudor ni complejos y la que pone de uñas a los países señalados con el dedo acusador. Vetó la entrada a siete naciones árabes mientras los “terroristas” se dedican a reorganizarse cuanto material de guerra les permiten sus leyes… y algo más, que ocultan en sus paradisíacas bodegas en donde impera una paz condicionada y un amor a la fuerza.
Sin embargo, ya salió un juez díscolo. Vetó la decisión de no dejar entrar a una parte del mundo árabe y Trump le espetó que fue un error y que esperaba que el Tribunal Superior apoyase su tesis. Eso sí, todo su cariño para la democracia que más respeta los derechos humanos como Arabia Saudí.
 
Los exabruptos, presidente, que reparte, se pegan como lapa en la piel de los medianamente cuerdos.
 Después de tanto barullo, EU y Rusia permanecen, como siempre, en una guerra fría aunque origine la dimisión del principal agente de Seguridad más próximo a Donald con el que, hasta ese momento, compartía las uñas, la carne y los bolsillos de ambos.
El actual inquilino de la mansión en la Avenida Pensilvania, se está aislando. Por lo pronto, Rusia, Corea del Norte y China, le mandan un saludo a través de los amistosos misiles que lanzaron en los últimos días.
 Revise sus contactos, señor Trump, y cómo debe tratarse a sus aliados; nos resultó igual de patriota el ex presidente Ernesto Zedillo que, en nombre de la democracia, con mayúsculas, permitió la llegada a la presidencia de Vicente Fox que, en un close-up de televisión, que llegó a todas partes del mundo y demostró a los mexicanos que él es empresario de la Coca-Cola: mano en alto, el dedo corazón apuntándole, le dijo un par de frases soeces de acuerdo con su estilo.
Nunca antes tuvo México un presidente tan ignorante. Después, arribó Calderón (PAN) y siguieron los equívocos con la ayuda del inmovilismo, que es el mayor obstáculo para el progreso.
En el momento en que se renueve la tierra y salga a relucir la porquería (como ocurre en España) será usted, señor presidente Trump, quien encabece al ejército de personas non gratas para todos.