El Nokia 8210, el teléfono de los 90, ahora es el más popular… entre narcotraficantes

Por Carolina Rosales – Los criminales siempre encuentran nuevas formas para delinquir, y esta vez no se imaginan de qué manera. Digamos que la delincuencia le encontró un nuevo uso al Nokia 8210, el teléfono móvil de la década de los 90, y ahora es muy popular entre los traficantes de drogas… esta es la razón.

Aparentemente, los distribuidores favorecen el modelo de la vieja escuela, lanzado en 1999, sobre los nuevos teléfonos inteligentes equipados con GPS, Wi-Fi y Bluetooth, porque los dispositivos viejitos son más difíciles de rastrear por la policía… obviamente.

Un distribuidor, conocedor en este tema, al cual sólo llamaremos K2, explicó el fenómeno diciendo:

“Tengo tres teléfonos Nokia 8210. Me han dicho que se puede confiar en ellos ya que, a diferencia de estos iPhones y nuevos teléfonos, la policía no puede averiguar fácilmente dónde has estado. Los federales ahora pueden usar Wi-Fi y Bluetooth para obtener información del teléfono y parecen ser capaces de escuchar las conversaciones mucho más fácil ahora que nunca. Todos los distribuidores que conozco usan los teléfonos viejos y el Nokia 8210 es el que todo el mundo quiere, por lo pequeño que es, fue el mejor teléfono cuando salió”.

Cuando el 8210 fue lanzado, era el modelo más pequeño y ligero que Nokia había producido jamás, tiene tecnología infrarroja que puede permitir la transferencia de información y contactos rápidamente y con un tiempo de espera de 150 horas la vida de la batería 8210 es también otra razón por la que los distribuidores están utilizando los teléfonos.

El teléfono también tiene texto predictivo y puede enviar mensajes de imagen – así como tener el adictivo juego “Snake” instalado, pesa 79g y es de 101.5 mm de largo y por lo tanto también es popular en las cárceles entre los visitantes, pues se contrabandean bastante bien.

Para ser honesto, pensamos que los flip phones (teléfono tipo plegable) eran los preferidos para los traficantes de drogas. Al menos, eso es lo que Breaking Bad nos enseñó…