La duración de un segundo podría cambiar de aquí a diez años

Llevamos midiendo los segundos con un reloj atómico de cesio desde 1967. Hoy contamos con una tecnología mucho más precisa: los relojes ópticos basados en el átomo de estroncio. Son tan precisos y estables que, si hubiéramos puesto uno en hora en el momento del Big Bang, ahora estaría atrasado sólo un minuto y medio.

Pero hay un motivo por el que los relojes ópticos no se utilizan todavía para medir el tiempo: son muy complejos y tienden a romperse, así que no resultan muy prácticos para una medición prolongada. Bien, un grupo de investigadores alemanes dice haber resuelto ese problema. En un estudio publicado por la revista Optica, los investigadores explican cómo implementar un reloj óptico de estroncio en nuestra infraestructura actual —y emplearlo para redefinir nuestra unidad de tiempo: el segundo.

Los relojes atómicos convencionales miden el tiempo a través de la frecuencia de resonancia de un isótopo de cesio. En lugar de un péndulo, el “tictac” del reloj lo marca un oscilador de microondas que se acopla con la frecuencia de transición del cesio. El reloj óptico también es atómico, pero en vez de las microondas mide oscilaciones a frecuencias ópticas (luz visible) con átomos de estroncio. El “tictac” del estroncio es mucho más rápido que el que marca el cesio, y reduce el margen de error de 1 nanosegundo cada 30 días a menos de 0,2 nanosegundos en 25 días.

Según el Sistema Internacional de Unidades, un segundo es la duración de 9.192.631.770 oscilaciones de la radiación asociada a la transición hiperfina del isótopo de cesio 133, desde un estado de reposo y a una temperatura de 0 K. En función del estroncio, el segundo equivaldría a 429 billones de oscilaciones.

“Nuestro estudio es un hito para la aplicación práctica de relojes ópticos”, comenta Christian Grebing, el autor principal del estudio. “Lo que hemos demostrado es un primer paso hacia una mejora global en la medición del tiempo”, algo que se puede realizar hoy mismo con nuestra tecnología actual. En cuanto a cambiar la definición formal de “un segundo”, Grebing cree que no estaremos listos hasta dentro de diez años.

Los humanos no notaríamos el cambio, claro; pero los robots sí. Desde un punto de vista práctico, corregir la precisión del segundo podría mejorar nuestros sistemas de navegación GPS, las redes eléctricas y las redes financieras informatizadas. Desde un punto de vista científico y de investigación, los segundos más precisos servirían para diseñar altímetros mucho más avanzados y sensibles a cualquier cambio en la gravedad, o realizar nuevos experimentos sobre la correlación cuántica entre átomos.